Nacimiento y profesión religiosa
El Castillo de Garcimuñoz (Cuenca) fue
la patria chica de este gran misionero agustino, como lo fue también la
de otro hermano suyo llamado Juan de Ortega, del que sabemos que profesó
en el Convento de san Felipe el Real, el cual figura matriculado en la
Universidad de Salamanca y que ocupó importantes cargos en la Provincia
de Castilla. Por lo que respecta a fray Francisco, entre los escasos
datos con que podemos contar antes de 1570, parece no haber duda de que
es el mismo que aparece emitiendo su profesión en el convento de Toledo
el día 25 de septiembre de 1564. Una nota, puesta por el P. Herrera, al
margen de la profesión, dice: «Fue obispo de Cáceres en Filipinas. Hago
mención de él en el Alfabeto».
Sin embargo, hay que reconocer que no es
fácil armonizar la fecha de la profesión con los datos aportados por el
propio fray Francisco en el Memorial dirigido a Felipe II en 1593.
Según esos datos, su tarea evangelizadora tendría que haber comenzado en
1555, puesto que en 1593 se cumplían 38 años, de los que dieciséis los
había pasado en Nueva España y los otros 22 en las Islas Filipinas. Pero
es que, si profesó en 1564, no es posible su partida para México en
1555. Lo cierto es que para el autor del Alphabetum no hay duda de que
es el mismo que profesa el día 25 de septiembre de 1564. Del citado
Memorial espigamos lo siguiente:
«Fray Francisco de Ortega, de la Orden
de S. Agustín, Visitador General de su Orden en las Islas Filipinas, por
Autoridad Apostólica y Real de V.M. y de su General, dize: que, después
de haber estado treinta y ocho años en Indias, diez y seis en Nueva
España y los demás en las Islas Filipinas, predicando la palabra de
Dios, ya ministrando los Sacramentos a Españoles y a Indios, contando en
ese tiempo lo que ha tardado en ir y venir a este Reyno de aquellas
partes dos veces, y con esta última tres, a los pies de V.M., habiendo
navegado veinte y dos mil leguas con muchos peligros y trabajos a
informar a V.M. del estado de aquellas Islas y de lo que, a su entender,
por larga experiencia que de aquella tierra tiene..., después de haber
llevado los quarenta Religiosos, eceto dos que murieron en el viaje que
V.M. mandó llevar para la conversión de aquellos naturales, y de haber
fundado doce monasterios..., y de haber visitado la Provincia y de haber
hecho lo que V.M. le mandó y su Orden le encargó, con parecer y
licencia del Gobernador de aquellas Islas, y persuasión y ruegos de los
religiosos de aquella Provincia, aunque cargado de años y trabajos y
consideración de los venideros, pospuesto todo peligro de tan larga y
peligrosa navegación, viene esta tercera vez a dar quenta a V.M. de lo
que a su Real servicio conviene...».
Fue pionero en la predicación del
evangelio en la isla de Mindoro, donde fueron numerosas las conversiones
que consiguió. Junto con la labor misionera, desempeñó el cargo de
Visitador General, comisionado por el propio Rey y por la Autoridad
Apostólica. En 1572, impulsado por su gran celo apostólico, pretendió,
junto con otro religioso agustino, fray Agustín de Alburquerque, pasar a
China a predicar el Evangelio, misión que no pudieron realizar, porque
los mercaderes chinos que se habían comprometido a llevarlos no
cumplieron su promesa. Se le considera, con toda justicia, como uno de
los fundadores de la Provincia del Santísimo Nombre de Jesús de
Filipinas.
En 1575 fue elegido Prior del convento
de Manila y Definidor, siendo reelegido para los mismos cargos en el
Capitulo de 1578. En 1580 se encontraba en Madrid, resolviendo varios
asuntos que le había encargado la Provincia. Interesado Felipe II en
enviar una embajada al emperador de China, extendió su nombramiento de
embajador suyo a fray Francisco de Ortega, el cual, para llevar a cabo
aquella misión, debía hacerse acompañar de otros dos agustinos. De
vuelta a Filipinas, fueron vanos sus intentos para entrar en China, de
modo que no pudo dar cumplimiento a los deseos del monarca español.
Importantes asuntos, entre ellos el
reclutar más misioneros, y sin miedo a aquellas terribles travesías, le
trajeron de nuevo a Madrid en 1584. La Provincia de Castilla le dio el
título de Visitador de Filipinas, nombrándole jefe de la misión que
había de salir con destino a las Islas, todo lo cual fue confirmado por
el Prior General de la Orden con fecha 5 de junio de 1587. Y, en efecto,
con aquel grupo de misioneros llegó a Manila en mayo de 1590. En 1591
fue nombrado Definidor de la Provincia para el Capítulo General,
teniendo que desplazarse, una vez más, a España y de aquí a Roma; con
ese motivo el Gobernador de las Islas le invistió de poderes
extraordinarios para tratar en Madrid asuntos relacionados con la
Audiencia de Manila y de su Obispado. Siete años más tarde lo
encontramos de nuevo, ya por última vez, en Madrid, en el Convento de
san Felipe el Real, en cuyos libros de consulta aparece su nombre desde
el 8 de mayo de 1598 hasta el 22 de febrero de 1599.
El día 12 de abril de 1599 Felipe III lo
presentó para Obispo de Nueva Cáceres en Filipinas. El Papa lo
preconizó en 13 de septiembre del mismo año, siendo consagrado en México
al año siguiente. Falleció sin haber podido tomar posesión de la sede,
puesto que «murió de camino», según el P. Tomás de Herrera.
Entre los escritos que nos dejó figuran
interesantes Memoriales, Relaciones e Informaciones varias sobre «el
estado de las Islas» y «sobre los muchos servicios que prestó la Orden
en aquellas tierras».
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