domingo, 18 de mayo de 2014

POESÍA: DE ESAS LLAVES Y DE ESAS CASAS EN PINAREJO PERDIDAS.


 
No se por qué
me asaltan las dudas
cuando abro la puerta
y veo la ventana abierta
y a través de ella el aire entrando
cual corriente liquida
hasta los confines de la cama donde dormir.

La escalera me lleva hacia otras estancias
abandonadas a gusto de las soledades que reinan en esa casa
tan triste en si misma
que ya ni los fantasmas de mi memoria
quieren habitar en ella
por miedo a quedar de por siempre encerrados y sin poder a nadie imponer sus miedos infantiles.

La puerta de la galería
suena a gato maullando en celo
sobre el tajado de cualquier casa de esas
en las que los gatos se sienten dueños de sus selvas.

El nido de golondrinas debajo de las tejas que cuelgan sobre la fachada
demuestra la frescura de esas aves
sabedoras de que allí nadie les molestará
ni tirará al vacío último de sus vidas.

Todo en la casa se escribe
en las páginas de mi memoria
y en ella cohabitan a base de palabras y más palabras
elementos tan simples
como unas tenazas junto a la chimenea
o una fuelles soltando el aire de su vientre sobre las brasas y heridas de guerras perdidas.

Me quedo quieto por un instante
al ver el aljibe vacío de agua
y en el flotando telarañas
a su gusto y antojo y con una tal soberbia
que la red que tejen forma un laberinto
en el cual una mosca muerta desde antes del Diluvio
nos muestra su mortaja negra
preparada entre prisas y a la vista del avance de su mortal enemigo sobre ella.

Queda la cueva abierta a la calle
a través de una ventana de madera
con un cristal tan fino
que a través de él entran las sombras y luces
sin necesidad de usar de ningún diamante para cortar su cuerpo frío y distante.

Y en ese instante
cuando ya la casa se queda otra vez vacía
abro de nuevo la puerta
pues he creído ver una luz avanzar por el pasillo
y al abrir he visto
el cuerno de la abundancia sobre una vitrina
y en él un sinfín de personas y animales, inanimados,  avanzando
desde la base a su máxima altura
a través de una escayola pintada de esmalte
y de una fina linea que bordea su contorno salpicado de muescas de desconocido origen.

La vuelta de la llave sobre la cerradura
pone fin a esa imagen que les tramito.

De haber sabido
que esto se convertiría en poesía
quizás hubiera esmerado el lenguaje.

Perdonen por las molestias.

Duerman apaciblemente. Si pueden.

Yo quedo aquí para servirles
entre "tajadas" de dudas.

Autor: José Vicente Navarro Rubio

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