¿Cómo no ser en Granada poeta?
¿Cómo no ser en Granada artista?
¿Como no ser en Granada ciudadano del mundo?
Como de todo lo que se diga
todo es poco
y lo poco y bueno no abunda.
En Granada
todo anima
a pasear y manejarse con soltura
en una ciudad tan escrita
que no hay libro de página alguna
que trate de la historia de España
donde no aparezca escrito
el nombre de esta ciudad
de la cual todos somos como los ojos de un búho sobre la rama de un olivo por el viento cernida
sus vigilantes eternos
ya sea en la corriente de un río que llega y se va entre risas,
ya sea en los fríos de esa sierra granadina
que bautiza los albas de los días con gotas de rocío,
de ese rocío por el que los caballos, yeguas y amazonas
van entre marismas para adorar a una virgen tan de Andalucia,
que Granada por ello no renuncia a su conquista.
Marismas lejanas, marismas,
y en Granada su Alhambra tan rica
como todas las riquezas del mundo juntas
pues Granada fue patria de quienes por el mundo iban
difundiendo su sabiduría.
Ya en Granada
me siento tan granadino
que la garganta casi me silba
cuando paso ante sus antiguedades
y hasta las estatuas de mármol y rocas calizas se sienten mías
cuando les paso las manos por encima.
Por Granada
un rey va a llorar
desde una silla
y sus suspiros
eran tan grandes y tan de lejos se oían
que desde entonces a los bebes cuando se les acuna
se hace mirando a l'Alhambra
pues en ella perviven
a pesar de lo que se diga
los buenos duendes y las fantasías.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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