domingo, 4 de mayo de 2014

POESÍA: EN PINAREJO ENTRE ALAMEDAS Y CON UN TALEGO DE RECUERDOS LAMIENDO MIS PENAS

Me acuerdo de las alamedas
siempre pintadas de verde y en primavera
con sus pájaros carpinteros
haciendo muebles con la madera
y con sus nidos de polluelos alborotando entre las espesuras
de aquellas pequeñas selvas.

La memora me lleva hacia las alamedas
y en ello busco el lado salvaje de aquel niño reconvertido en conejo
dentro de una madriguera
que ahora solo saca la cabeza
para alimentarse de hierba fresca
y ver lo que el día le trae antes de volver otra vez a la conejera.

En mi alma yacen las alamedas
siempre pintadas de verde
como si la primavera fuera
la única estación de año con derechos de pernada sobre mi esencia
de hombre sometido a las leyes de la burocracia moderna.

Imaginar, en tiempos de otras guerras,
es perder el tiempo,
pues por mucho que tu lo intentes y quieras
no volverán nunca a ser lo que de pequeño bullía
como olla al fuego en tu cabeza.

Por eso las alamedas
en aquellos días con  excursiones de los niños de la escuela
me suenan a esa película en que la voz del actor grita:
¡Traigan madera que es la guerra!

De aquellas alamedas solo quedan
las pequeñas ramblas secas
y los surcos vacíos como las ubres de una vaca en edad de ser abuela.

¡Ay de mis alamedas!
Nunca mías
aunque ellas
siendo de otros
a mi llenaban por dentro y por fuera.

¡Quien volviera a ver aquellas alamedas
a tiro de piedra de Pinarejo
ya salieras
hacia el Charcón o La Nava
Hacia Santa María o el Castillo
o hacia el camposanto entre llantos y plegarias regando los caminos
de lluvias imperecederas!

Me voy con las alamedas
allí donde la memoria me lleva
con un gomero en la mano
y un trozo de pan en la talega, talego con peras,
mientras a mi alrededor se oyen murmullos
que todavía se enrredan
en esas neuronas que por mi espina dorsal caminan tan ligeras
que por mucho que las busques no las encuentras.

En Pinarejo las alamedas,
en La Manchas, más alamedas,
en Cuenca, ríos de alamedas
y de todo esto queda,
como ya les vine diciendo en este poema,
ramblas secas
y surcos vacíos  que me dan pena.

Autor: José Vicente Navarro Rubio


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