sábado, 3 de mayo de 2014

POESÍA: LITOGRAFIA DE UN PAISAJE ÁRIDO (PINAREJO EN DO MENOR)

Amanece.
Ovejas corren por un sembrado
van comiendo canciones eternas
que ellas componen cuando mastican la hierba.

Corazón que tiembla en la cama
y de tapadera un montón de ideas muertas,
asesinadas por la noche que les cortó las venas.
Campanas al aire en la torre con tantas grietas
que por ella se escapan los tañidos y vocean.

El alba.
Llega con los campos pidiendo agua
y en los secanos entre las siembras
en un nido de perdices una familia espera
a que crezca el tallo y encima de él una cabeza con espigas recias.

Mediodía.
De calores retostando hasta las cabezas
y en el hato entre las ruedas de una galera
el humo de una hoguera avisa de que en la caldereta
las patatas fritas y los huevos hervidos en aceite de aquellas tierras
están a la espera de que se les meta mano y alimenten a una caterva.

La tarde.
Trae un aire que refresca
tanto o más que las limonadas caseras.

Banderas de España con colores de habanera
sobre unos sobres de papel
que al echarlos en un vaso de agua levantan polvaredas.

Llega por el camino un rebaño de ovejas
que siguen con sus cantinelas cuando mastican la hierba.
Se llama dula y el pastor que las lleva tiene tanta paciencia
que las ovejas le llaman por su nombre y le piden permiso para irse de fiesta.

Noche.
Con dolores que en la cama se convierten en tragedias
de tanto labrar y hacer surcos con la vertedera.
La cama es tan dura que la espalda sobre ella se cree estar encima de una piedra.

No hablamos de las cenas
pues estas para los tiempos que estamos tratando
y los duras que estaban las habichuelas
debieron ser tan fugaces
que el aire que pasaba por encima de las mesas
se alimentaba de las penas
de quienes sobre ella se miraban de reojo por si se apagaba la vela.

Autor: José Vicente Navarro Rubio

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