domingo, 24 de agosto de 2014

POESÍA: DESDE LA MONTAÑA DE CULLERA ALELUYA

Recordar árboles que ante vuestra vista pasé
y me detuve
para pensar el ¿por qué estabais allí?
tan cerca del precipicio
desafiando las leyes más elementales de la física?
Recuerda árbol como me asomé a ese vacío que llena a las personas
y agarrado al tronco estruje la corteza doliente de tu alma.
Recuerdo que sentí la savia entrar por mis dedos
y algo me dijo que estabas allí a la espera del rayo
que te lanzará algún día al vacío
y del fuego ese que consume poco a poco
desde dentro hacia afuera.
Paso por la misma vereda,
de vez en cuando,
para ver a los míos.
A los pájaros meciéndose en las ramas de su ignorancia y creatividad poética.
y a toda esa flora y fauna de la cual sabemos que forma parte de los paisajes
y para los cuales no tenemos ni un minuto de ese tiempo que nos sobra
y empleamos en no hacer nada, que es como si fuera el más grande de los absurdos.
Ayer estuve, otra vez, no me digan ¡que castigo!,
por esa montaña tan creativa por ser desventurada y estar tocada por la mano del olvido.
Me elevé como el Altísimo
hasta el lugar más alto, no era el Himalaya,
y allí miré, como siempre hacía abajo, por pura curiosidad,
si digo que vi hormigas no se alarmen, las vi,
o al menos pensé que eran ellas,
pues allí estaban esos hormigueros de cemento,
refugio de quienes solo buscan cobijo en sus vidas,
y junto a ellos, hileras de esas pequeñas hormigas,
avanzando por la playa,
con la mirada puesta en un futuro que para muchos de ellos no existirá nunca,
al menos tal y como desde su presente lo piensan.
Aquí arriba en la montaña
las hormigas son diferentes,
no piensan, trabajan como rutina, sin fiestas
ni otro tipo de situaciones que les desvíe de su cometido
y son tan pequeñas que a veces se pisan sin querer
y no oyes sus gritos de dolor ni sientes las penas,
en forma de lloros, de sus parientes más cercanos
por la perdida de un ser querido.
Por aquí la vida aprende de su rutina a ser merienda
de los que desde arriba pensamos en los de abajo.

 Autor: José Vicente Navarro Rubio

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