jueves, 18 de septiembre de 2014

POESÍA: NO HAY TIERRA DE UNO




No eres emigrante una pieza en la boca de un cocodrilo.
Eres un amigo.
Un camarada de días diluidos,
al igual que el café o la achicoria en el agua que le da un color subido
al negro de la noche
y de los muertos por las libertades que nunca han conocido.
Pasamos de continuo, el uno junto al otro y nos miraremos con disimulo,
tu me ves como el extraño que nunca has conocido,
yo te veo como el amigo, temeroso y perdido
que busca en la charca y en los ríos
el aroma de esas tierras que un día dejaste para venir a un mundo más rico.
Aquí el hambre no se mata a tiros
ni los hambrientos mueren en las puertas de las casas como si fueran malditos.
Aquí todo es más exquisito; todo tiene su precio justo,
y quien pide, siendo pobre, lo hace a escondidas para no ser inoportuno,
pues los pobres de España tienen su nombre escrito en las puertas de su casa
para que se sientan a disgusto.
Todo revive
conforme las palabras se salen de ese ritmo
que las hace perezosas y amigas de quienes solo buscan que les dejen tranquilos
para extender sus riquezas hasta donde los ojos solo ven bultos.
Aun no creciendo juntos, tu, amigo, extranjero, quieres ganar lo justo
para gritar a los vientos del mundo que eres igual de listo que el blanco de ojos turbios.
Pido la palabra
aunque solo sea por un maldito minuto
para decirte a ti amigo que reniegas de todo y te sientes el amo de la tierra que te sirve de paraíso
que si miras en lo mas profundo
de esa cartilla que todos llevamos con nosotros mismos
verás en algún momento de la historia
como algún ser querido
se vio en algún momento agradecido
por el respeto que le demostraron aquellos de los cuales tu ahora eres igual, hijo.
Tierra, amiga. Tierra a lo mismo.
Las tierras de las mayorías de los lugares y sitios
guardan los secretos de todos los ciudadanos del mundo
y debajo de cada centímetro de tierra hay algún hueso de cráneo, fémur, que da como suyo
el aire que se respira y lo que crece sobre su ombligo.
He soñado en un segundo
y he descubierto, ya el sueño rompiendo sus principios,
que no hay más tierra nuestra que la que cabe en un cuartillo de vino.

Autor: José Vicente Navarro Rubio

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