sábado, 23 de agosto de 2014

POESÍA: EN UNA TARDE AGRADECIDA

En esta tarde agradecida
ya la noche rayando en el horizonte
que azota mi vista
imágenes que parecen no acabar
se divisan
bajando desde la montaña de Cullera
como si fueran pequeñas ardillas.
Entre los pinos unas cometas en el cielo hacen diabluras
en manos de niños que tiran de la cuerda con gran soltura.
Cada año parece que esta carretera que lleva hasta las alturas
se muestra más empinada
¿Quizás sean los años los que se encargan de hacer la cuesta más aguda?
Desde aquí arriba
nidos de águilas en sus días
se ve la playa tan tranquila
que uno diría que el verano ha pasado
y por fin el mar disfruta
de esa tranquilidad que necesita
para dedicarse a lo suyo que no es otra cosa que ser el seno fértil de todo tipo de criaturas.
Bajo casi de puntillas
con el tiempo justo
para con las últimas luces del día
dejar la montaña a mis espaldas muerta de miedo y quizás pidiendo ayuda
pues la noche con sus fantasmas y leyendas antiguas le asusta
tanto que no duerme a la espera del alba
que con su espada a la cintura
destierra de las montañas a las ánimas mal avenidas
que hasta ella llegan para sentirse vivas

Autor: José Vicente Navarro Rubio

POESÍA DEL BARRO Y DE LA ARCILLA

Me asomo a  una mañana que avanza con olores que si se aspiran
te colocan de por vida.
Miro a través de una ventana
y ¡atiza!
todo pasa tan deprisa
que la mañana se esfuma con un par de esas miradas que animan
a continuar el día
exprimiendo las sensaciones como si fueran limones con que aderezar una buena comida.
Por la playa la mañana camina
al ritmo que le impone el sol o esas nubes casi caídas
que amenazan lluvia.
¿Quién pudiera en la mañana ser poema? o ¿Quién en la mañana fuera del poema su rima?
Del barro y de la arcilla
salió una extraña figura
que con el tiempo tomó vida.
Esto dicho de otra forma sería:
Bien llegada la mañana
con la arcilla sobre la superficie de los campos recién parida
surgió, como si un Dios hubiera dicho que cosa tan bonita,
una figura,
que manos poseídas
del amor que un Dios les sopló un día
habían convertido en mujer,
del hombre su mujer y amiga.

Autor: José Vicente Navarro Rubio

POESÍA: HABLANDO DE LA MAÑANA

Dicen de las mañanas los buenos tipos
que huelen a rosa y a sopa de mijo:
Dicen los que les viene en gana
y lo expresan con un sentido tan comedido
que a mi las mañanas me echan olor a paja seca que espera morir en el tiro
de una chimenea donde se cuece un buen cocido.
Con esto yo creía que ya estaba todo dicho
cuando de repente en esta mañana que acaricio como si fuera un pastel de nata con chocolate fundido
comienza a caer, cosas del destino,
agua que el cielo expande como si fuera un molinillo,
gota a agota, segundo a segundo,
entre un sol medio oculto
y un Arco Iris que se ve llegar desde lo más lejos hasta ese punto donde la lluvia se esfuma
como si hubiera sido un estornudo.
En aquellas mañanas de hace de esto unos cuantos siglos
ocurría a ciencia cierta lo mismo
pues la naturaleza es tan sabia y los hombres tan en el tema entendidos
que todo está escrito
bajo el ojo del que observa y con la fantasía, incluida, de cada uno.
Queda el suelo mojado, en esta mañana de tan buen recibo
entre vapores que parecen de gachas en una caldereta comidas acompañadas de buen vino.
El vacío de los cielos, no digo uno,
es infinito cuando se desangran en unos segundos
para volver otra vez a su trabajo productivo
de llenar las bodegas de buen vapor con el cual hacer esos pequeños racimos
de HO2 que preñan hasta las rocas con sentimientos más duros.
Todo nace, gracias al agua, entre delirios
a sabiendas que de vivirán un ciclo
y que después vendrá lo mismo
labrar con peines que revuelven la tierra desde lo más profundo,
plantar con mimo para que cada simiente esté en su surco,
abonar con esos alimentos tan nutritivos que sacan los colores hasta al muerto menos vivo
y recolectar con la gracia de esas maquinas que se llevan en sus intestinos
todo lo que pillan por delante sin importarles ¿el por qué? ¿ni el cómo ha sido?

Autor: José Vicente Navarro Rubio

POESÍA: EN ESE CANTO A LOS POETAS

En ese canto a los poetas
siempre hay un miserere caritativo
por si fuera
que el poeta abatido,
tal fue el caso de más de uno
se quisiera pegar un tiro.
Por la noche los poetas se van hasta los pórticos de las iglesias y conventos
en su creencia de que allí todo es más puro.
Piensa el poeta
en algo que puede se creativo
y así nace el poema
condenado de antemano por ser hijo de quien solo persigue el triunfo
que no la gloria que solo alcanzarán los hijos que así se llaman de Cristo.
De vuelta. Todo da vueltas por el firmamento del universo primitivo
persigo la obra de arte, libro sin título,
que con la luz de un candil
me atrevo a asegurar que encontraré en la cuneta de algún camino
pegado a cualquier cosa de esas que los hombres guardan en los bolsillos
antes de que les peguen unos cuantos tiros
entre ellos uno, el último,
que de gracia no tiene nada por mucho que así se haya definido.

Autor: José Vicente Navarro Rubio  

POESIA: : ¿QUÉ LES DIGO?

Hasta aquel lugar remoto casi perdido
en una mancha eterna de paisajes comidos por las semillas de trigo,
entre aguas ausentes que se iban hacia otros paraísos,
de enero a diciembre: doce meses de un tiro,
allí el hambre se quitaba a mordiscos
que daba la vida a esos seres pequeñitos
que por haber nacido en la tierra de sus antepasados eran herederos de ese gran yugo
que los arrastraba  a la servidumbre perpetua con la tierra y sus dueños: amos, mal nacidos.
Pobres los hombres, pobres las mujeres, pobres los padres, abuelos, tíos e hijos
solo los ricos tenían derechos a un trato distintivo
en aquella tierra, la Mancha, mancha eterna que quemaba de lo lindo
a los pobres labradores nacidos
para no ver de la vida más allá de lo que atina a ver un perro sometido a la vara de su dueño
y al verdugo tierno que les crece a los olivos
allí donde su tronco toca con la tierra y crece como si fueran, ramas sin sentido,
hijos que no darán fruto.
Pobres las mujeres con sus soledades y sus lutos
siempre vestidas de negro pues la vida les quitaba muy pronto lo más querido
sin venir a cuento y como se cuenta en algún libro con conocimiento del Altísimo.
En esos pueblos, Pinarejo, en la provincia de Cuenca, el mío,
al igual que en todos los pueblos y camposantos habían sepulturas de todos los tipos
pero las que más en la tierra dura  sin más adornos que un pequeño montículo de tierra
y una cruz de hierro indicativa de que debajo estaba una hija o un hijo de algún conocido.
¿Qué les digo? ¿Por qué me siento tan abatido?
Hablo de lo que siento y lo digo a sabiendas de que no me voy ni un milímetro
de lo que es una verdad que clama por las noches a gritos
y llama a las puertas y ventanas pidiendo entre suspiros
que alguien diga lo que el viento canta como ruiseñor muerto de frío
en los inviernos crudos con la nieve pegada a las alas y en el pico
la muerte oliendo a almud de trigo.
Alejada de mi esa historia que les cuento ahora les digo que me siento bendecido
por lo que me ha dado el destino
todo a base de esfuerzos y de ese instinto primitivo
de que solo el que persigue una meta consigue su objetivo.

Autor: José Vicente Navarro Rubio

viernes, 22 de agosto de 2014

POESÍA: POR ESA MONTAÑA LLENA DE HUESOS Y MÚSCULOS

En la montaña llena de huesos y músculos
que afloran entre las piedras, rocas y tierra batida por los vientos puros,
allí donde la vida es más dura que el diamante bruto
los árboles mueven las ramas a su gusto
y los arbustos emergen por todos los sitios
a la espera de una siega y de un roce de manos que les de nuevos estímulos.

Todo en la montaña es limpio

desde el aire que pasa marcando un ritmo
tan grande que su música no cabe en libreto alguno,
hasta la lluvia que cae dando vida a ese espacio tan íntimo
que en ella uno se siente cupido.

En medio de esa montaña que se eleva

sobre la llanura con mar y río
brota la vida entre murmullos
que suenan en los oídos 
de quienes por ella caminamos a opera en un teatro abierto al mundanal mundo 
de las ciudades y pueblos sometidos a la esclavitud por determinados individuos. 

Lejos, ya metido en ese espacio,

al cual acudo
para sentirme de él su hijo,
leo y disfruto
descifrando todo lo que con mis ojos observo
desde lo más pequeño a lo grande e ínfimo.

No hay momento, ni segundo, ni minuto,

en que caminando por esos espacios
no me olvide de aquello otro que me llevó a ese pequeño paraíso
solo sometido 
a mis deseos que lo ven como si fuera el único ser que pasó por allí y con ello me siento a gusto.

El mar desde aquí es un remanso de agua

que se pierde por un infinito,
raya que deslumbra mis ojos
y tras el cual seguro que no hay más monstruos
que los que descubrimos en nuestra mente cuando en la cama la oscuridad crea arquetipos
de seres que solo existen en los cuentos que nos contaron de niños. 

Ruinas descritas en los libros

aparecen en esta montaña colgando sobre un precipicio
y en ellas se ve la mano de los vándalos individuos
que mancillas las piedras con un placer tan íntimo
y también el paso del tiempo que con su olvido mata más de lo que debería ser en un principio.

De los hombres hay tanto escrito
que si juntáramos lo bueno y lo malo
la balanza rompería su equilibrio
siempre a favor de ese platillo
donde lo malo pesa tanto que hundiría el mundo.

¡Volver a la montaña!
Vuelvo ahora mismo,
ya para cuando el calor se retira rendido
y vuelve con nuevo y renovado impulso
la frescor del día
que es para todos los que nos vamos por esos caminos
lo único que pedimos.

Autor: José Vicente Navarro Rubio





POESÍA: HABLANDO DE NIDOS

A menudo,
tal vez sea así
que es a menudo, lo que ocurre
es que nos confundimos
y no somos capaces de decir esa palabra que en los labios resbala como si fuera de hielo
un cubito: Lo siento cariño.
En vano nos preguntamos
por aquello de lo cual solo hemos entendido el principio
quedándose el final bailando en el limbo.
Nuestra vida es algo más
que cumplir años y soplar velas en un día señalando sobre un almanaque por el tiempo podrido.
Buscando vamos todo aquello de lo cual nos ha quedado solo disgustos
y cuando lo encontramos ponemos en ello tanto impulso
que rompemos hasta los hilos
sobre los que se sustentaba nuestro equilibrio.
¿Cómo rectificar de todo aquello que hicimos mal en algún momento?
¿Lo hacemos ahora
o lo dejamos para un futuro?
A menudo volvemos al nido
donde de pequeños como si fuéramos hambrientos pajaritos comimos de un pico,
tal vez sea así o tal vez nos caímos del nido
que es en nuestras vidas el sostén y el hogar exquisito
del cual nos fuimos para iniciar nuestro propio camino.  
¿Cómo escribir sobre un asunto tan íntimo?
¿Cómo renunciar y no decirlo?

Autor: José Vicente Navarro Rubio

POESÍA: AMASANDO ARCILLA

Al llegar esa hora de la mañana en
que
has visto pasar ante ti la noche
un día recuerdas lo que has sido,
un día te das por vencido y gritas: ¡Basta!
No depende de ninguno de nosotros el futuro.
Después de la vida viene la noche
y
no contento con lo que has sido
en
el diario de cada uno de nosotros aparece nuestra vida plasmada de accidentes y de ríos.
La vida es algo por lo que peleamos,
los unos y los otros, todos, sin excepción
y a ella nos debemos y de vez en cuando
la
evocamos sin sentido.
De repente nos encontramos mirando hacia ese mar que con sus retos nos pone en apuros,
pero no todo es contemplar aquello en lo cual encontramos esa sensación de equilibrio
y es por ello el que debemos estar atentos
a lo que hacemos en este mundo
ya que
la vida esconde muchos peligros
e aquí la clave
para ser
más comedidos
en
el hablar y pensar, en lo que aparentamos y en lo que sin ser vistos hacemos a hurtadillas cual niños.
La verdad está en mirar a la vida sin reparo alguno.
Y en esto
y
en lo que de verdad nos importa en estos instantes
de lo que tiene que ver con la vida del ser humano como rey de la gran tribu
queda
la verdad escrita en ese diario de continuo
y las vergüenzas todas ellas sin paliativo que nos hacen tan pequeños como la cabeza de un clavo hundido.
La vida y
los individuos
y
el futuro son tan de la naturaleza como los árboles y animales raciocinio.
Tú que de la vida haces un sayo
de todo lo que se mueve bajo tus pies bien vestidos
y tú que observas a través de un cristal el mundo
en lo que a ti te atañe y a mi me duele hasta el ombligo estamos en todo unido.

Autor: José Vicente Navarro Rubio

miércoles, 20 de agosto de 2014

POESIA: POR LAS SENDAS DEL ESTANY DE CULLERA


Acepto el día como viene
y cargado del peso en algodón y dulce de almíbar
que en mis ojos brilla
me voy camino de un lago
que en Cullera se abre al mar que le sirve de cita
todos los días.
Por el camino de la Moleta comencé en este día
mirando todo lo que alrededor de la senda conserva todavía rumor a vida.
En el avance hacia esa meta por mi elegida
nos internamos por otro camino llamado el de las Rabassedes
con la casa del Solo que nos lleva a otras épocas de caballeros y espadones acudiendo a sus citas
y de aquí al camino del Estudiant no hay más que un decir: ¡madre mía!,
pues de pronto aparece el lago del Estany, con pesca de carpas, anguilas y  llises.
Por una senda entre restaurantes, maleza de laguna y cañas de pescadores se respira
de ese olor a naturaleza viva que todavía, a pesar de los pesares, sobrevive entre envidias
de los especuladores que solo atienden al negocio del hormigón y ladrillo que brilla
del color del oro cuando el cemento se come por delante todo lo que pilla.
El Estany, era mi cita,
misión cumplida.
Mañana será otro día
y con el sol saliendo entre las montañas, mares, y llanuras
volveremos a planificar otra buena salida.

Autor: José Vicente Navarro Rubio

POESIA: EN CULLERA Y PASEANDO DE NOCHE


Es noche que parpadea
en un semáforo que se pone rojo
entre coches que pasan y dejan a su paso aire
impregnado de preguntas. Tantas que en un costal no caben.
Van las golondrinas
sentadas al volante
entre llamaradas de coraje
camino de un nido en una barra de un bar 
donde las horas fenecen
entre cubitos de hielo, alcohol y bocanadas de música no identificable,
como aquella que alguna vez cantó un chamán salvaje 
en una cueva mientras pintaba un bisonte.
Continua el baile con una ambulancia balando
¿de que tendrá hambre?
y un camión con dos figuras colgando
vestidas de color naranja y saludando a la gente,
por si acaso miró el reloj y son las doce,
hora está en que dos figuras de bronce
armadas con martillo y traje de mallas con casco de soldados de ataque
dan sendos toques
a una campana que anuncia que estamos en el día entrante.
Es lunes en Cullera
para cuando los salvajes comen en una cueva carne, 
bayas y agua que de una estalagmita, gota a gota, cae
mientras las golondrinas
a ritmo de samba se marchan al volante
de un coche que pasa por delante
de un semáforo que aguanta lo que nadie sabe
para que el coche pase.
Me retiro con el sabor en la boca
a tinta de poema que en el paladar se cuece
mientras vuelve la noche lanzando interrogantes.

Autor: José Vicente Navarro Rubio     

martes, 19 de agosto de 2014

POESIA: DESDE EL OASIS DE CULLERA HASTA EL HOTEL SICANIA



Tan irreverente como es el chafar las olas
cuando hambrientas llegan a morir hasta la misma arena
de la playa ya sin huéspedes, hamacas y toallas. Yo las he chafado, albricias, 
para marcar el contorno de mi pie,
molde de escultura
en esos segundo precisos
en que otra ola se deja caer
y se lleva la obra del artista.
Hoy he caminado por la playa de San Antonio de Cullera 
hasta el hotel Sicania.
Me he preguntado cuantos años hará que se levanta este hotel
y he pensado que son muchos. Siempre en ese lugar con mi mirada puesta
como si fuera un reto correr
desde el espigón
hasta las mismas escaleras y volver a lo mismo. Así día tras día.
De aquellos años quedan recuerdos
y el correr del galgo se apagó
por culpa del desgaste ese que deja el cuerpo apunto de no pasar el ITV.
Pero vuelvo a lo de siempre
a la exigencia máxima
al placer de hacer sufrir al cuerpo
pues uno quiere saber donde está ese límite
para poder decir me llevó la vida
hasta ese apartado lugar 
donde las gaviotas vomitan peces robados al mar, madre y cuna.
Hoy he vuelto como todos los días
hasta el hotel Sicania
para bañarme en ese pequeña bahía entre aguas calientes y frías
y creo haber visto en una ventana
a aquella niña que miraba el mar como si ella fuera de él su niña querida.
El cristal refleja un rayo de luz
¿será?, pensé, ¿el cuerpo hecho polvo que sube hacia arriba
al encuentro con el sol y de esa su alma perdida?
Por la playa caminan los enamorados y aburridos, los tristes y deportistas,
los niños y niñas con sus padres y los pescadores con sus cañas tendidas.
Todos van a lo mismo
a disfrutar de la brisa y del agua, de la soledad y de la caricia de la noche
recordando que la cena está servida a base de sopa de algas marinas.

Autor: José Vicente Navarro Rubio 

POESIA: DESDE EL FORTÍN DE CULLERA



Relieve oculto, seno de una mujer,
la peña duerme sin saber
otra cosa que no sea que piedra dura es. Ascendí sin saber
hacia donde aquel camino llegaba en su sensatez
de servir de lazarillo a quienes por él
en ese día con sed
nos hicimos a la montaña con ganas de conocer
el fortín de Cullera cogido por pinzas como si fuera papel.
Subí, ascendí y oteé
y sin pensar ni donde ni por qué
me encontré delante de un paredón que en su día fue
recinto amurallado con guardia de mucho temer.
Un aljibe muerto hasta él de sed
nos enseña su fondo en el cual agua nunca beberé.
Y continuamos ahora bajando para luego ascender
hasta el radar que desde lejos se ve
como si fuera la NASA la que se ha dejado por este lugar caer.
Desde aquí una senda
y al fondo sin querer
el faro de Cullera
extiende la luz con una red.

Autor: José Vicente Navarro Rubio

POESÍA: EN CULLERA Y VISITANDO LA MONTAÑA



En esta aventura me sirvo
de sombrero de filtro
color paja de trigo,
zapatillas de deporte y ropa de poco abrigo.
Subo por la calle de L'aigua
y lo primero que me llega de frente y pega casi en la cara
es una casa que se vende
que ocupa media manzana.
Asciendo por la calle y para cuando se acaba el mundo del asfalto
vienen entre zarzas, chumberas y un enjambre de hojarascas
una higuera milenaria
con unos higos pequeños que se deshacen en el paladar y se van camino de la garganta.
Desde abajo el castillo amenaza
desde los tiempos en que se construyó
como defensa avanzada
contra todo lo que venía desde el mar
o desde las tierras cercanas.
Continuamos nuestra marcha
entre rocas tan peladas
que en ellas se fríen las moscas
con solo tocar con las alas su superficie sometida a temperaturas muy elevadas.
Una torre comida por el tiempo
nos presta su cuerpo mutilado y con su perfil de media cara
sobre el vacío vive entre gritos y llamadas de socorro que el viento al espacio lanza.
Las viejas piedras y la argamasa
se juntaron para siempre sin saber que su vida sería tan larga
y aquí se cumple aquello, de dar la vida sin pedir a cambio nada.
En esta marcha que avanza a tiro de piedra desde donde estoy clavado como una lanza
hasta donde uno se ha propuesto poner su última pisada
me encuentro en esta mañana con una torre defensiva
muy bien adecentada
con ventanas y puerta de madera de gran alzada.
Subo entre las peñas por escalones que nos lanzan
a un resto de muralla
que nos indica que el camino es el correcto
y con solo alzar la mirada
continuamos la ruta de las torres de la albacara
en el punto exacto en que una base de argamasa
nos viene a decir que aquí hubo en su día algo más que nidos de águilas.
La torre octogonal es la que más me llama
pues demuestra porte y por ser esbelta y alta
le cae del cielo lo que el día le da y la noche le trae en negras sayas.
Finaliza la visita en una explanada
con cañones que ya no lanzan algaradas
y turistas que miran a la lejana playa
donde las gentes desde buena mañana se bañan.

Autor: José Vicente Navarro Rubio

POR TOLEDO PASEANDO EL ALMA



Miremos a Toledo tan llena de iglesias como la ciudad del Papa.
Toledo en unas vacaciones que se apagan
nos llena el alma
cuando paseas por sus calles
y alcanzas a ver con la mirada
las estrechas calles
en sus años de bonanzas
llenas de caballeros y damas
que asimismo se saludaban, 
ellos con las manos en señal de demanda,
doblando el torso y lanzado alguna bien medida palabra
y ellas tapadas la cara 
con pañuelos de seda
y cerrando los ojos como si en ellos viviera el deseo que todo lo enciende y apaga.
Tan bella la ciudad de Toledo
yo la quiero así de cuidada
con ese Greco que se proyecta dentro de esas murallas, altas, esbeltas y preparadas
para cerrar la ciudad si hiciera falta en las noches tan cálidas.

Autor de la poesía: José Vicente Navarro Rubio
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