sábado, 30 de agosto de 2014

POESÍA: EN UN ESPEJO ME VEO

Solo entiendo
que existo,
que soy.
En un espejo me veo
de cuerpo entero
tan lleno de vida
y tan despierto
que renace en mí la vida
sin apenas saberlo,
si no fuera por ese claro reflejo
que me enseña todo aquello de lo cual uno se siente preso y a la vez carcelero.
Ruidos exteriores
me vienen atrayendo
hacia ese espacio de mi conocimiento
que enseguida reconocen quién, cómo y cuando ocurrieron.
La gota de agua cayendo
desde hace tiempo;
el motor de un coche alegre por estar lleno
de buenos vientos
que le hacen moverse sin ningún tipo de aprecio al asfalto que le sirve de crucero;
la sinrazón de estos tiempos
comiéndose el alimento de los pobres y reconvirtiendo el orden social de los viejos tiempos.
¿Con qué me quedo?

Autor: José Vicente Navarro Rubio

POESÍA: POR LA CIUDAD DE TOLEDO CON SOLO PENSAR EN ELLO

El pincel quieto reposa sobre el  paisaje de un lienzo
en el que se dibuja una ciudad sobre un cerro recién despertada con su pelo lleno de balcones
y en ellos
golondrinas y sabuesos vendiendo las bondades de unos tiempos
que no se creen ni el que receta el remedio.
Manet estuvo en Toledo
y quizás por ello se hizo el pintor que se hizo sin saber que se llevó con él al Greco
lejos.
Entre corrientes de números enteros
se vive en la ciudad
todo tiene su precio,
desde el agua a la luz que se dibuja por debajo de las alas de un sombrero.
Me refugié para que todos sepan de que va esto
en un bar que rumiaba destellos
de aquella grandeza de la gran ciudad de Toledo
y pensé en esos pobres desgraciados que tienen miedo
de subir a un ascensor
por si un sostén roto les quita el sueño
y los convierte en víctimas, de un mal arreglo, sin saberlo.
En Toledo baja su río sin más empeño
camino de su ocaso tan certero
que las aguas del mar se abren desde los tiempos de los tiempos
para ser seno
de vasto credo
sin más ceremonial litúrgico que el gorgojeo del agua descendiendo
hasta el azul del mar
que es desde siempre el azul del cielo.

Autor: José Vicente Navarro Rubio

POESÍA: GORRIONES CAYERON POR MI GARGANTA

Me embebí de la ciudad.
Celosamente me llené de ella. Gorriones cayeron por mi garganta,
por mis ojos entraron estrellas. Silencios.
A duras penas los oídos con su membrana de piel suavizada por la cera
podían aguantar ese ruido a fiesta que desgajaba las láminas de la persiana
y entraba a bocanadas llenas.
Hay un bingo social en una calle
con números que tocan a quien más apuesta, para que vuelva.
En las mañanas retorno a esa rutina que despierta
a todo bicho viviente, de los que viven a sabiendas
de que se acabaron las vacaciones
y comienza la fiesta.
Fue una noche de borrachera
a luna llena,
de sabores que ya no recordaba ni sabía que podían existir sobre la faz de la tierra.
Las plantas sedientas
recibieron el agua suficiente para alzarles esa moral que les andaba ya por tierra
y el perro acostumbrado a otro tipo de vida vuelve a estar otra vez prisionero de su inocencia.
Me emborraché como las hormigas de ganas de vida y de tierra
y salí a la superficie tersa de la ciudad
para ver esas borracheras de quienes andamos por ella
disfrutando de lo poco que nos queda. ¡Alerta!
Vuelve el que se marchó y lo hace sin más herramientas
que sus ansias de descifrar los mensajes ocultos de las telenovelas
y emborracharse, para que lo entiendan, de agua fresca.

Autor: José Vicente Navarro Rubio

martes, 26 de agosto de 2014

POESÍA: SIN MÁS TEORÍAS

Al final de una vida todo cabe en una mano,
sin más teoría,
que le echemos al asunto
y sin más filosofía
que la que aprendemos en el día a día,
en esa cuesta arriba,
que nos lleva al ocaso como si fuéramos estrellas furtivas
que sin llegar a tomar el espacio
hacen de la tierra su guarida.
Somos como los luceros, errantes almas, cautivas,
de esa existencia no pedida
que nos coloca en manos del destino y ¡zas! ¡Viva!
pasamos a formar parte de alguna de esas castas preconcebidas
para ser afortunados o desgraciados en un acto del destino que nos marca como reses cautivas.
¿Donde termina la vida qué se abre?
¿Hay otra vida?
¡Tantas preguntas y tantos silencios!
Todos ellas camina por la historia de la teología
dando su versión poco científica
de los mitos o fábulas que las sociedades asumen como dogma y costumbres típicas.

Autor: José Vicente Navarro Rubio

lunes, 25 de agosto de 2014

POESÍA: TAN CERCA COMO UNA MESA Y TAN LEJOS COMO UN PENSAMIENTO MAL RECIBIDO

Un libro boca abajo me señala el camino
que va de de la biografía del autor a su título.
En ese libro de tapaderas negras con un extraño dibujo
leo "La saliva del sol"
y en eso que la curiosidad puede con uno
me lanzo a leer algún poema
que lo más seguro
dará vueltas por ese laberinto del cual solo digo
que los poemas serán cautivos
por los siglos de los siglos.
Continuo describiendo lo que veo
sobre la mesa que me sirve de arma de trabajo en este estío
y observo un vaso vacío de liquido  
en el que yace partido
un trozo de limón muy amarillo y una cucharilla como testimonio último
de que alguien removió algún asunto.
Un mechero y un flexo cierran por hoy sin decirlo
este instante de lirismo
sujeto a la vida de quien de los asunto que ni van y vienen también se pueden sacar buenos frutos.

Autor: José Vicente Navarro Rubio

POESÍA: AQUELLO DE SER O NO SER

Ahora, sentado, sin más armas que un libro, escribo,
sobre la fugacidad de la vida que se va sin dar tiempo a ver cumplido
aquello que de joven soñabas,
entre ello comerte el mundo.
Uno va y viene
con la mente puesta en ganarse un sitio
y cuando llega a ese punto
en que lo pasado lo da por bueno y el futuro por concluido
uno se recluye en esa gruta
de la cual solo saldrá para ser devorada por un monstruo carnívoro
que con un solo ojo se alimenta de los mortales que caen bajo su dominio.
Y busco como el tomillo
la roca abierta hasta su corazón mismo
para sobre ella echar raíces y reírme del convencionalismo
que nos ata y quita las ganas de seguir la estela de los pasos que perdimos.
Pero siempre hay un momento, solo uno,
incluido este en que les escribo,
para cambiar el rumbo
cual río
que dejó su cauce para internarse por la geografía de lo desconocido.
En la calma de los días me enciendo de heroísmo
y como si fuera un troyano prefiero el sacrificio a bajar la guardia y ser comido
por ese devorador de seres humanos que es el rodillo que nos convierte en caldo de cultivo
de la negación del ser como principio
y de lo que nos viene a pies juntos:
la tiranía del ser por parte de todo aquello de lo cual nos servimos para cambiar el mundo.

Autor: José Vicente Navarro Rubio

domingo, 24 de agosto de 2014

POESÍA: DESENTERRANDO PALABRAS

Cuando desentierro las palabras las cubro con todo aquello
que puede hacer feliz a un muerto.
Si es complicado amortajar un cuerpo
más difícil es volverlo a vestir para sacarlo al encuentro
del poeta que junta las palabras y uniéndolas con yeso
les da vida como la palabra del ciego
que sin necesidad de ojos impacta sobre el cerebro.
Los hijos vienen a eso que se llama encuentro
y desfilan por el papel, verso a verso,
con mucha vergüenza y siempre pendiente de ¿cómo saldrá esto?
El poema hecho a gusto de quien paga por ello
es como un pequeño o gran cuento.
No quiero que del árbol con que construyo lo que más quiero
alguien se lleve sus frutos
antes de que el tiempo
los madure por fuera y por dentro
Continua la poesía creciendo entre palabras crudas que parecen sarmientos
y otras un poco más dulces que al viento
forman en el cielo remolinos que se van cerrando entorno a su centro.
He visto nacer poemas
que solo se han quedado en eso,
poemas rotos, maldecidos y tirados al cesto que esconde los recuerdos
y he escuchado decir que murió de amor
después de escribir: la quiero,
yo que en eso de poner empeño soy el primero
me dedico desde un momento concreto
a vomitar por mi boca lo que quiero
y sin pedir perdón a a nadie pues sería perder el tiempo
desde aquel momento entre desplantes y palmadas en el pecho
me río del mundo este que me mantiene preso
en una mazmorra sin luz con más alimento que agua, pan y algún que otro Credo.
Cuantas veces dentro de ese encierro volví a lo mío y concreto,
llenar las paredes de mi conocimiento de poemas y más poemas
que mis dedos son capaces de seguir con un lapicero.
Yo, quiero, lo intento y vuelvo
a salir de ese aislamiento al que me someto
como un ermitaño, santón o curandero
que solo cree en sus pócimas como remedio
para curar al mundo del odio que le corroe sin saberlo.
Digo, para finalizar este encuentro
de mi yo con tu cerebro
que ahora por ahora me quedo
con este poema que finalizo
tras explorar el subsuelo
donde el método sale de las paredes a base de pegar con un pico de acero.

Autor: José Vicente Navarro Rubio

POESÍA: POR CULLERA Y CON PIRATAS A LA VISTA

No busco más allá de donde quedó satisfecho con lo que encuentro.
Me voy hasta esa cornisa con escaparate de cristal soplado por las aspas de la melancolía
y camino sin prisas. Objetivo la luna.
Desde pequeño me acostumbré a mirar el cielo
sin haber leído las Sagradas Escrituras,
apenas con El Lazarillo de Tormes, La Celestina, El Buscón y unas cuantas Rimas y Leyendas
me hice al río de la vida
y es desde ese momento,
punta roma de unas tijeras que cortan pero no hieren artería alguna,
que ando observando de que va esto que se nos vendió con tanto sentido patrio y osadía.
Odio a los ladrones de guante blanco,
que como puñales clavados en la democracia en la que cree la ciudadanía
se llevan las divisas y con ellas nuestra educación, pensiones y educación pública,
y odio a las grandes señores, en otros días consumadas putas,
que sin más grafía que la tinta de una sentencia gratuita, sirven al señor que las cuida,
como perras juramentadas para ser de su alquimista la pócima última.
No se ya de lo que iba, releo y continuo,
como bucanero de un barco pirata en la Isla de los Pensamientos desembarcando cofres de chocolatinas
que se ocultan en lo más profundo de una cueva a la que acuden turistas
para hacerse un refresco y oír cuentos que dicen que Dragud estuvo por allí un día,
preñando a doncellas, haciendo rehenes que a la mar con ellos se iban
y diezmando a las poblaciones que sometía, entre ellas Cullera con su Isla.
Entierren de todo esto lo que no les guste
y usen para ello si les hace falta de estacas que al entrar en la tierra dura
rompan los sesos de quienes desde lejos, playas de otras vidas, nos miran,
con los ojos llenos de telarañas, alas negras con nervios que parecen tuberías
y unos incisivos tan grandes que si a tu yugular se aproximan
vivirás por el resto de tus días de noches eternas disfrutando de la lluvia y de la luna
y por el día serás el difunto incorrupto en la cámara oculta de un castillo con vistas a una bahía.


Autor: José Vicente Navarro Rubio

POESÍA: DESPUÉS DE UN PEQUEÑO PASEO POR CULLERA

Vengo de un paseo, más, en mis días en Cullera.
Vengo de un pequeño parque junto a un CONSUM,
ya cerca del Faro, en sus días pequeña Irlanda sometida al yugo de su malquerida madrastra,
para otros supuestos, Inglaterra, mal parida.
Allí hay una higuera de la cual como higos,
como esos pájaros que se acercan para dejar plasmado su pico sobre los higos más maduros,
que caen en su última delicia
antes morir de orgasmos que se repiten en ese equilibrio perfecto
de la arrogancia de un sexo que solo existe en la parte más profunda de la pulpa. 
Me entretengo observando
el paisaje roto con mucha avaricia por algunos que se llaman seres humanos
y solo tienen de ello
el nacimiento un día de una madre que los quiere y los quiso
y un pequeño libro de familia donde aparece el epíteto "hijo de" nacido "tal día".
La devastación es tan grande
que la montaña entre calores parece pedir ayuda, que yo oigo,
junto a una cañería de agua que por dentro lleva un óxido maldito, llamado olvido,
y un paredón parecido a  la gran muralla china, 
asilvestrado y dejado caer en la más completa melancolía
de quien les mira y trepando por la montaña, por una senda caritativa,
llega a esa punta de iceberg de materia extraña y doliente que se incrusta 
en la punta herida de un peñasco, 
antaño ladera profusa de arbustos y de una fauna protegida.
El parque no tiene más belleza que esa mirada oculta 
de quien observa la tranquilidad y pasividad con que que se puede armonizar todo en la vida.
No hay mayor desgracia que la rutina, 
lo metódico como estigma y el seguir la corriente de los ríos
que finalizan siendo cloacas máximas de las ciudades rituales, Roma incluida,
 en las que los seres humanos se refugian para huir de sus pesadillas: 
La muerte con sus angustias y la vida bipolar
que se adivina en el trato con las personas en sus diferentes esferas de la vida. 
Abandono el parque para cuando las sombras caen sobre el hocico de mi perro
que con una pata quiere quitarse esa angustia, 
el embrujo de lo desconocido que le causa apatía,
perdida del sueño y pequeños ronquidos, como música de flauta, 
que en las noches distraen al rey salvaje de toda una jungla.

Autor: José Vicente Navarro Rubio
  

POESÍA: DESDE LA MONTAÑA DE CULLERA ALELUYA

Recordar árboles que ante vuestra vista pasé
y me detuve
para pensar el ¿por qué estabais allí?
tan cerca del precipicio
desafiando las leyes más elementales de la física?
Recuerda árbol como me asomé a ese vacío que llena a las personas
y agarrado al tronco estruje la corteza doliente de tu alma.
Recuerdo que sentí la savia entrar por mis dedos
y algo me dijo que estabas allí a la espera del rayo
que te lanzará algún día al vacío
y del fuego ese que consume poco a poco
desde dentro hacia afuera.
Paso por la misma vereda,
de vez en cuando,
para ver a los míos.
A los pájaros meciéndose en las ramas de su ignorancia y creatividad poética.
y a toda esa flora y fauna de la cual sabemos que forma parte de los paisajes
y para los cuales no tenemos ni un minuto de ese tiempo que nos sobra
y empleamos en no hacer nada, que es como si fuera el más grande de los absurdos.
Ayer estuve, otra vez, no me digan ¡que castigo!,
por esa montaña tan creativa por ser desventurada y estar tocada por la mano del olvido.
Me elevé como el Altísimo
hasta el lugar más alto, no era el Himalaya,
y allí miré, como siempre hacía abajo, por pura curiosidad,
si digo que vi hormigas no se alarmen, las vi,
o al menos pensé que eran ellas,
pues allí estaban esos hormigueros de cemento,
refugio de quienes solo buscan cobijo en sus vidas,
y junto a ellos, hileras de esas pequeñas hormigas,
avanzando por la playa,
con la mirada puesta en un futuro que para muchos de ellos no existirá nunca,
al menos tal y como desde su presente lo piensan.
Aquí arriba en la montaña
las hormigas son diferentes,
no piensan, trabajan como rutina, sin fiestas
ni otro tipo de situaciones que les desvíe de su cometido
y son tan pequeñas que a veces se pisan sin querer
y no oyes sus gritos de dolor ni sientes las penas,
en forma de lloros, de sus parientes más cercanos
por la perdida de un ser querido.
Por aquí la vida aprende de su rutina a ser merienda
de los que desde arriba pensamos en los de abajo.

 Autor: José Vicente Navarro Rubio
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