Cruje la mañana
a ruido seco de sarmiento
que ya perdido el sentido que la vida le dio
arde en la hoguera
y se consume sin más duelo
que el color negro del humo ascendiendo hacia el cielo.
En estos inviernos
de nieves caídas y copos en el suelo
uno recuerda
sus días en Pinarejo
con la dula saliendo
hacia los campos verdes sin pensamientos
y el aleteo
de los últimos pájaros apegados al terreno
buscando en cualquier hueco su consuelo.
Los días tejidos con algodón blanco del cielo
caían en Pinarejo
desde los siglos de los siglos
sin más lamento
que el que salía de las gargantas secas como el suelo
en aquel bar de Paquillo
con vistas a una calle con guijarros en el suelo.
Apena el tiempo
y más que éste el desconsuelo
que dejan los años cuando pasan y ves a tu pueblo lejos
con menos gente de la que tuvo en cualquier momento
en esa su historia ya fuera bajo el dominio de los Austrias, Borbones o castilleros,
amos todos
que se cubrían el cuerpo
con pieles de zorras y de conejos.
Autor de la poesía: José Vicente Navarro Rubio
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