De aquellos lugares
uno no espera
otra cosa que no sea
ver los amaneceres
con la luz que entra
buscando acomodo en las casas llenas
de esos silencios que suenan
a muerte lenta.
La tierra de la Mancha esta llena
de guerras, hambrunas,
y tantas historias bélicas
que no tienta
la noche a descender
ni las tardes a contar lo que saben sobre ella.
No acierta
quienes les habla
con tanta vehemencia
a describir
con palabra alguna
que no sea
la pobreza eterna
de sus fieles moradores,
todos ellos labriegos
de siega en siega
y de despensas llenas
de lo que uno quiere
y no espera.
Batallas suenan
como si el mundo fuera
una película vieja
que a poco que se pasa
te recuerda
a algún detalle
de esos que queda
en la memoria colgando
como la mosca en la tela
de una araña que se jacta
por la ternura que demuestra
en matar a sus victimas
con mucha violencia
sin que estas sepan
el por qué de su desgracia
y por qué son casi solo ellas
el plato preferido
en esa mesa
a la que se sientan
como invitada y terminan como víctimas
sin que lo sepan.
Pinarejo, en la Mancha,
y en él
que no en ella
una estirpe de gentes
que allí donde van demuestran
que el trabajo es
algo más que una losa que aprieta.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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