martes, 10 de febrero de 2015

POESÍA: DEL HOMBRE Y LA TIERRA (5)



1)
Escribo.
Me lleva
el rumor creciente,
la fuerza de la razón que cruje
entre toneladas de preguntas
para las que solo hay dudas. Desde siempre.

2)
La noche latía en su mente,
sabía que ella era el punto final
a ese día
ya muerto. Enterrado,
sin duelo,
las despedidas se hacían
consumiendo palabras
en la barra de un bar abierto
 a la oscuridad creciente
que se incrustaba en las ventanas
de cristales pulidos por las desdichas.

3)
Las Plazas asumían sus papeles innobles
de hacer de mercados
donde a los seres humanos se les trataba
no por lo que valían
si no por lo que no pedían.
Sus pórticos ya desaparecidos
y sus casinos reconvertidos
en lo que nadie de sus antiguos inquilinos hubiera consentido
le quitan ese encanto que vemos en otros lugares de la geografía peninsular.
De la plaza quedan
ruinas que hablan de una torre de defensa
que nada pudo hacer por defender su vida
y de un pino que sobrevive
a lo que los nuevos tiempos digan
de todo aquello que tiene que ver con el futuro de los seres humanos.

4)
No entendía el por qué de sus dudas.
Sabía que la lluvia es eterna
cuando se nombra con mayúsculas.
Por eso llueve en nuestras vidas
aunque siempre lo hace a escondidas,
cuando menos lo esperas
y estas listo para salir de casa.

5)
No son solo palabras
las que sirven
para definir la historia de un pueblo,
hay otras cosas que perviven
a pesar de pasar el tiempo;
el paisaje urbano con sus casas
unas nuevas y otras derruidas,
los compromisos contraídos
y la forma de entender la vida de esos sus pobladores.
El todo,
es un conjunto de factores muy concretos
que se leen en los libros
y sirven para encasillar a los personajes
en uno
u otro
lugar
de esa linea
con la que estaremos más o menos de acuerdo
en que de vez en cuando hay que traspasar
para ser verdaderamente libres.

6)
No importa lo que yo venga a decir
ahora que ha dejado de llover
y los ruidos se hacen más reconocibles
a través de la ventana de frías orejas abiertas
a los huecos que abre la mañana en la fosa infinita del cielo.
Los llamo ruidos
y suenan a vehículos que pasan, a sillas que se mueven en una terraza de bar,
a poco más que quejidos de aves en las ramas descarnadas de unos árboles,
a seres humanos que van camino de un trabajo mal pagado que quita solo el hambre,
nada más escucho, no hay rimas en este espacio del que me sirvo para escribir poemas,
no hay nada, más que la fuerza de los ruidos.

7)
En estos días de descanso obligado
recuerdo medio cuerpo paralizado
y ese instante
en que me imaginé como sería mi vida
si los efectos de la anestesia se quedaran para siempre
en ese organismo, el mío, por donde corrían líquidos ahuyentadores de dolores.
Me dejé llevar, no quise saber nada más y esperé
a que todo pasara para escribir este poema.
Cuando el dolor desaparece
uno se convierte en otro ser galáctico,
a medias consigo mismo,
tan superficial
como los poemas de amor sin amada,
los dramas sin ruidos de sabre
y las sinfonías sin el alma puesta sobre la tarima

8)
A veces esos ruidos que llegan hasta allí donde uno escribe
tienen nombre propio
y pasan a llamarse de otras formas más concretas y eruditas.
Son los sonidos, ruidos más pulidos,
como el viento, las palabras, las carcajadas, los lloros
y cánticos de aves diurnas y nocturnas.

9)
Me persiguen los sueños
nunca de grandeza
pues solo soy conquistador de ideas,
marino de un barco que descarga ilusiones
en los puertos, al abrigo de tormentas.
Vigilo las palabras que pronuncio
para que estas no sean frías ni nadie pueda decir que resultó innecesariamente herido.

10)
Me había olvidado
de todo aquello que venía escribiendo
por eso vuelvo al instante mismo
en que ese pueblo del que hablo
se levanta al día
y de la noche comienzan a emerger
las calles solitarias,
los edificios con sus puertas y ventanas cerradas,
el mobiliario urbano tan acorde con su utilidad única,
los cables de la luz siempre con corriente en su interior,
los nidos de golondrinas para estos días vacíos de calor de madre
y en la casa
la luz de unas bombillas,
las imágenes de quien escribe sobre un espejo
y el tic tac de un reloj de cuyo sonido se ha apoderado PODEMOS.

Autor de la poesía: José Vicente Navarro Rubio

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