domingo, 7 de junio de 2015

TAGARNINAS

Los artículos que bajo el epígrafe de FUMADORES Y TABAQUISTAS publicó el MONITOR de 1858 (pp. 243, 253, 275 y 286) nos han valido repetidos plácemes y elogios que nuestra modestia juzga inmerecidos, pero que nuestro amor propio al fin y al cabo ha aceptado. ¿Qué habíamos de hacer? Tal es el corazon de los hombres en general, y de los hombres que escribimos para el público en particular.
Pero, además de elogios y felicitaciones, hemos recibido también, no críticas, ni siquiera censuras, pero sí observaciones corteses de las cuales nos hemos hecho cargo, y preguntas muy naturales que miramos como un deber el contestar.
Antes, sin embargo, queremos dar cuenta de una observación que hemos hecho, y es que de los trece suscritores (sic) ó lectores de quienes hemos recibido comunicaciones sobre el particular, ninguno es tabaquista: todos sonfumadores. De esta particularidad nos permitimos deducir que los tabaquistas son menos agradecidos, ó menos galantes, que los fumadores; y por otra parte mas empedernidos en su vicio, puesto que algunos fumadores nos preguntan cómo lo harían para moderar, ya que no abandonar del todo su afición, mientras que ningun tabaquista ha chistado, haciéndonos sospechar su silencio que ni por soñacion piensan en dejar, ó siquiera atenuar, su malhadado hábito de rellenarse las narices de fétido polvo.
Entremos en materia.
-Unos fumadores (nos dicen) buscan el tabaco mas fuerte que encontrar pueden, y otros prefieren el flojo. ¿Cuáles obran mejor?- A esta pregunta debemos contestar que los fumadores veteranos apetecen generalmente el tabacofuerte, porque el flojo no les estimula bastante, no les da gusto; mientras que los fumadores nuevos, ó menos rabiosos, se contentan con un estímulo mas suave, u huyen del tabaco fuerte. Es decir que cada cual obra con arreglo á su sensibilidad y á sus hábitos. De todos modos, los condenados á la pena de fumar son tanto mas felices en cuanto pueden satisfacerse con un tabaco flojo, porque ordinariamente salivan menos y absorven menos nicotina.- Lo comun es ir de menos á mas; yo (que soy un fumador escandaloso) empecé por cigarritos de matalahuga, luego pajillas, en seguida tabaco negro, ó del Brasil; pasé en seguida al tabaco blanco ó hoja habana, á los puros, á las panetelas, á los vegueros, á los de regalía, á los imperiales, á las tagarninas oficiales de dos cuartos ( hoy dos y medio), y hoy ya casi no encuentro sabor sino en los coraceros ó pseudo-cigarros de cuarto y medio del estanco... No se puede exigir ya mas depravacion del gusto, ó mas imperiosa necesidad del estímulo bucal! Y esta es la carrera que recorren los mas de los fumadores. ¡Desgraciados los que empiezan á fumar! Principiis obsta."
(Pags. 32-33)


De José Gonzalez de Tejada (1833-1894) es este romance titulado "Falderos y tagarninas". Salió publicado en el segundo número del "Semanario Pintoresco Español" del año 1856:


Digno es de eterna memoria
el que inventó en nuestros días
los cándidos falderillos
y las duras tagarninas.
¡Las tagarninas! ¡los perros!
consuelo de las desdichas,
para los hombres las unas,
los otros para las niñas.
Que si Dios al sexo feo
le dió la melancolia
también le dió en el cigarro
el humo que la disipa;
y si tal vez a la hermosa
del amor las glorias quita,
del falderillo le deja
las inocentes caricias.
¿Dónde hay gusto como el gusto
de chupar puros ó pipas?
quien no fuma no conoce
si hay en la tierra delicias.
¡Feliz quien hace besarse
lo interior de las mejillas,
y sorbe, como los niños
el nectar de la nodriza.
Y saca y mete el cigarro
entre los labios, y admira
el rojo fuego que alienta
entre cándida ceniza;
y por boca y por narices
humo a torrentes vomita,
cual rauda locomotora
que va a emprender la partida.
Y descollando entre el humo
que el ambiente aromatiza
parece un dios del olimpo
cercado de nubecillas.
Ya a bocanadas derrama
torrentes de claras linfas,
que á trechos bordan la alfombra
de líquida argentería;
ya inobservada se escapa
alguna luciente chispa,
dejando eternos recuerdos
en el frac ó en la levita
Ya en torno los circundantes
parece que se constipan;
el grato aroma ensalzando
con sus toses repetidas.
Y si el hombre en el tabaco
el gozo encuentra y la dicha,
por el perrillo la hermosa
novios y penas olvida.
Miradle puesto en su falda
lamer con lengua atrevida
ya la nieve de sus manos,
ya el carmín de sus mejillas.
Si hoy Melendez escribiera
no la insulsa PALOMITA
sino EL FALDERO DE FILIS
cantára en tiernas letrillas.
¿Qué cosa tiene en el mundo
mas gracia, mas poesía
que el ver un perro jugando
con una niña bonita?
¡Cuál en sus lanas rizadas
el labio purpúreo fija!
¡Cuál en sus brazos le estrecha
y á su seno le reclina!
Vedla en calles y paseos
despreciando las conquistas,
porque el alegre cautivo
en pos de sus huellas siga.
¡Qué gritos, qué maldiciones
si algún bárbaro le pisa!
¡Cuántas lágrimas si un coche
se le convierte en tortilla!
En fin: al can la doncella
sus ilusiones confía,
y la que de treinta pasa
sus esperanzas perdidas.
Y su ventura y sus glorias
en el fiel lanudo cifra,
mientras conserva al cigarro
invencible antipatía.
Y el hombre humea y adora
al perrito ó la perrita,
y con el pié cuando puede
fuertes ósculos le endilga.
Ahora bien, lectores míos,
tal odio y tales caricias
¿denotarán por ventura
amor, ó celos, ó envidia?

De José Bernat y Baldoví es esta letrilla titulada "Los puros":

Cigarro de buen tamaño
que en la tercena se estanca,
y al pasar un mes ó un año
nos da la ceniza blanca
y el humo no muy oscuro...
bien puede llamarse "puro".
Pero el otro cigarrillo,
de seco y mezquino talle,
con ribetes de amarillo,
que, si se enciende en la calle,
se apaga en una oficina...
no es "puro", que es "tagarnina".

El habano, cuyo aroma
nunca la fragancia pierde,
arda en Madrid ó arda en Roma,
y aunque de capa algo verde,
tiene el interior maduro...
bien puede pasar por "puro".
Pero aquel que dobla la hoja
al roce de un leve tacto,
y en el perfume que arroja
nos da el olorcillo exacto
del incienso de cocina..
no es "puro", que es "tagarnina".

El que cruzando los mares,
con rumbo á veces incierto,
después de ingratos azares
llega incorruptible al puerto
de su despacho futuro...
bien puede llamarse "puro".
Pero el que, al primer escollo,
do la embarcación tropieza,
aplástase como un bollo,
y ofrece de pie á cabeza
mas pliegues que una cortina...
no es "puro", que es "tagarnina"

El que no es de contrabando,
y el fallo sobre esto invoca
de quien se lo está fumando,
si el humo que dá en la boca
no es á la nariz perjuro...
bien puede pasar por "puro".
Pero el que, entre otros resabios,
que oculta con eficacia,
cuando llega a nuestros labios,
tiene la maldita gracia
de amargar mas que la quina...
no es "puro", que es "tagarnina".

El que viene de La Habana
directamente a la Corte,
y al entrar en la aduana
nos muestra en el pasaporte
su precio fijo y seguro...
bien puede llamarse "puro".
Pero el otro que no enseña
mas que los dientes acaso
al que en comprarlo se empeña,
y por un ajuste escaso
vende su raza canina...
no es "puro", que es "tagarnina".

El que, de abrigo algo pobre,
su brillo nunca ha perdido
ni en triste cajón metido,
ni envuelto en un débil sobre
tras las almenas de un muro...
bien puede pasar por "puro".
Pero aquel que, haciendo un sayo
de su capa pordiosera,
se derrite cual la cera
al esplendoroso rayo
del primer sol que ilumina...
no es "puro", que es "tagarnina".

En suma, el que en sus repartos,
si vale media peseta,
nunca se da por dos cuartos,
y cuanto mas se le aprieta
suele mostrarse mas duro...
bien puede llamarse "puro".
Pero el que brilla con arte
a la luz de sus bravatas
y al precio de las patas
lo compran en cualquier parte
Isabel, Paco ó Cristina...
no es "puro", que es "tagarnina".

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