miércoles, 29 de julio de 2015

POESÍA: DE CUANDO FELIPE II PASÓ POR EL POZO AIRÓN EN LA ALMARCHA Y DE LA RELIQUIA QUE EN PINAREJO LE SUMINISTRÓ UN CABRERO


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Esta historia, cuento,
o tal vez leyenda
tiene que ver con un hueso de cabra muy vieja
que un cabrero de Pinarejo, de nombre Melgarejo,
vendió como reliquia a Felipe II,
de quien la historia está llena
de episodios y rarezas
que si hubieran sido ahora,
tengan a ciencia,
que hubieran dado con el Rey
en una casa de reposo con vistas a una verde pradera

Para que vean lo que hay de este caso
y lo mucho que de ello se cuenta,
me enteré yo de esta historia vieja
en una de mis escapadas domingueras
en un bar de carretera.

Quien lo contaba parecía hombre de solera
y quien escuchaba un buen escuchador de historietas.
Decía aquel hombre que había una reliquia muy vieja
que el había visto en el Escorial
y que había pertenecido a Felipe II
quién poseía,
así iban por entonces las cuentas,
más de 7000 reliquias en las estanterías de su casa solariega.

Y la historia que ahora comienza
da con muchos datos
que a mi me cuesta
creer inventados por ese hombre con tan buena presencia

Al parecer Felipe II
de quien sabemos poco para lo que se cuenta
paró viniendo de Valencia
en La Almarcha, por aquellos días aldea
del Castillo de Garcimuñoz, a sus puertas.

Su visita era para comprobar
con certeza
que en el pozo Airón
había sapos y culebras
tal y como contaban las malas y buenas lenguas

No sabemos lo que vio
ni si se le agotó la paciencia
viendo aquellas aguas negras
de las cuales no salía
más que unas matas medio secas
que alguien había tirado desde el mismo camino que pasaba cerca.

Corregidores, jueces y hombres de letras,
allí presentes para certificar lo que contaba la leyenda
parecían recién sacados de una esquela
pues ponían cara de palo santo en Cuaresma
ante lo que consideraban para el Rey como una ofensa.

Todos estaban a la espera de que el rey algo dijera
y enfadado por aquella estafa
los enviara a cavar olivas y segar altas hierbas.
Dio la casualidad, esta si que fue buena
que un cabrero de Pinarejo que pastaba cerca con sus ovejas
y que no sabía para nada,
ni le pasaba entre cejas,
de aquella real presencia
grito con esa alegría que  los de Pinarejo siempre demuestran:

"No  miren tantos
y atiendan
pues de este Pozo tengo yo en casa una reliquia vieja
que perteneció a San Agustín
con convento por aquí aquí cerca,
el cual vino a caer en las aguas de esta ciénaga
y dada la salobridad que estas aguas presentan
se conservó el cuerpo intacto
durante más de 30 décadas
hasta que un día vinieron unos amigos con una galera
y se llevaron el cuerpo
hasta más allá de La  Montesina y de la Cueva donde durmió un día Dulcinea."

Miró el Rey con cara de asombro
al cabrero que contaba aquella aventura y sin esperar otra respuesta
le dijo con muchas ganas de recibir respuesta:

"¿Usted de donde es buen hombre
que a su alrededor lleva cabras y ovejas
y sabe tanto de historias que a mi me llenan?"

"Soy de Pinarejo dijo el cabrero
y a buena cuenta
que por su ropa negra
o se le ha muerto alguna parienta
o es tan calavera
que vive en un convento siempre a la espera
que del cielo baje Dios
y en un carro se lo llevé hasta más allá de de se contemplan las estrellas"

Se mesaban las barbas los alguaciles, con claros síntomas de impaciencia,
los corregidores se echaban las manos a la cabeza,
los jueces doctos en leyes no sabían de osadía tan llena de soberbia
y la guardia del Rey hacia amagos de sacar las espadas para cortarle al intruso la melonera.

A todo esto el Rey
pidió paciencia
y sin decir quien era
le volvió a preguntar el cabrero
si podría enseñarle las reliquias
que en Pinarejo había de aquel Santo
que en el Pozo Airón había perdido la vida por su ligereza
y al parecer su esqueleto se conservaba de muy buenas manera
por la cueva done durmió una tal Dulcinea.

El cabrero
que esperaba
con su engaño, era esta su estrategia.
sacar algunas monedas de vellón
con que levantar algunas deudas
ni corto ni perezoso se expresa de esta manera:

"En mi casa tengo
del Santo una costilla
no muy tierna
que si a usted le hace gracia
se la dejaría
por unas cuarenta monedas
de vellón, de esas de las buenas
que si se muerden
se llevan por delante un par de muelas"

El Rey atento
manda a todos que se dispongan
a marchar a Pinarejo, a saber a unas 15 leguas,
no sin antes decir al cabrero
que se acerque
para contarle quien es y lo que le espera.

Se acerca el cabrero
con un trébol
colgando de la oreja
y cuando esta cerca del rey
dice con esa soberbia tan de Pinarejo ella:

"Usted me parece
a un tío seco
vestido a la misma manera
que hay en un cuadro colgado boca abajo,
en el ayuntamiento de mi pueblo
en una plaza muy coqueta
con un pozo tan de agua fresca
que quien pasa por Pinarejo
y bebe de sus aguas a conciencia
muere de gota y lo entierran
allí donde los reyes yacen sobre frías losas
como si fueran mojama seca"

"Mira hijo de ligera lengua,
va a decir el Rey
a su manera,
ya que eres de Pinarejo
y tienes estas ocurrencias
te propongo en recompensa
darte las cuarenta monedas,
y si fuera tu historia cierta
ya que yo soy el Rey de ti y de todas tus cabras y ovejas
te nombrare alcalde
y a Pinarejo la haré villa exenta
de ese Castillo con tal malas maneras
que desde aquí lo veo
como quien ve a su suegra"

Dicho y hecho
el pastor encima se hace, cagalera,
y entre pedos y simples rugidos de advertencia
en compañía del Rey marcha en carroza tirada por cuatro yeguas
a Pinarejo para hacer entrega de la reliquia al Rey, Felipe II, que lo era.

A todo esto
para que vean
las buenas maneras
de aquel Rey tan lleno de rarezas
quedan las cabras y las ovejas
bajo el cuidado de jueces, escribanos
y demás ralea
que al Rey acompañaba
por aquellas tierras.

 "Buenas tierras le decía el Rey  a Melgarejo,
así se llamaba el pastor de cabras y ovejas
cuando iban hacia Pinarejo
y detrás quedaba la alta presencia
del Castillo con  sus almenas"

"Si Señor son muy buenas,
contesta presto el pastor,
pues dan dos cosechas
una de hambre y la otra de ganas de comer lo que sea"

Se rie el Rey de la ocurrencia
y así le dice al pastor con voz seca:

"los de Pinarejo tenéis buenas maneras
en eso de hablar y hacer reír a quien delante de vosotros se presenta"

"Si señor, buenas y tan buenas,
que quien por Pinarejo pasa
allí se queda
en la esquina del Molinillo
viendo pasar los carros y galeras
camino de Santa María que de Pinarejo quedá a 11 leguas"

"Por lo que le interesa,
cabrero de vida dura en esta estepa,
estaré en Pinarejo
el tiempo que cuesta
recoger esa reliquia que dices tener en casa y que  no es demasiado fresca"

Después de bajar una cuesta
y de ver cientos de conejos y liebres
saltando por el camino
como si fuera un día de fiesta,
aparecen las primeras casas y detrás de ellas
todo lo que en un pueblo se puede ver por aquellas tierras.

Avisan las trompetas que el Rey se acerca
y comienzan a salir a la carretera
jornaleros con barbas de paja llenas,
pastores cantando jotas y casi rancheras,
guardias de los montes con las alforjas llenas
de bellotas y setas,

Al paso todos se arrodillan
y con claras muestras de la que habremos liado en este año de tantas miserias
sobre el suelo todos se quedan
como si Dimas u otro carpintero del pueblo, de ellos cualquiera,
los hubieran clavado a tierra y en conciencia.

A la entrada del pueblo
el alcalde que había oído el toque real de las trompetas
llamando a paz y obediencia
sale al camino que hay por encima de las eras
y abrochándose los pantalones
con una cierta ligereza
pues estaba con una moza ligando en un pajar de paja seca
se arremanga la camisa
y saluda como quien ve a Dios en la iglesia
al tiempo que el Rey pasa
y él se queda pasmao como una estatua de sal
de aquellas que en la Biblia se cuentan

Todo el pueblo al completo
en la plaza se juntan para celebrar la llegada del Rey a aquella su aldea.

Habla el alcalde
que no sabe de la ocurrencia
del Melgarejo ni nada de nada de la costilla de un santo poco fresca
y así se expresa:

"Buen pueblo el nuestro
aun en época de malas cosechas
y sepa
que tenemos por el Rey una obediencia plena
más  de lo que usted piensa
si no fuera porque esos paisanos del Castillo
nos ponen en cuarenta
cuando les viene en gana
y así el pueblo ni se hace grande ni prospera"

"Bien pensado amigo, el Rey contesta,
y ya que usted es de Pinarejo
y por tanto cuece en su mollera buenas ocurrencias
le tengo que decir en lengua romance
propia de hombres de letras,
que se abroche los botones
pues se le ve más allá de donde se puede hablar de decencia
y mire en lo que tiene que ver con el Castillo
les haré villa de el exenta,
ahora le pido por su madre
que me levante y ponga de pie la cabeza
en ese cuadro que en el Ayuntamiento que usted regenta,
de una pared cuelga.
Del agua del pozo quiero una taza bien llena
y la costilla esa
que este Melgarejo en su casa conserva
le digo que me la llevaré para que sea expuesta
en el Monasterio que pienso construir para gloria mía
y que ustedes así lo disfruten y vean"

Después de beber agua del pozo,
poner el cuadro de buenas maneras
y de disfrutar un baile
que los mozos y mozas le sirven en bandeja
el Rey y el alcalde, junto a Melgarejo
se van camino de las Escuelas Nuevas,
y en la Solanilla se detienen ante las exigencias
del pastor de cabras ovejas
de entrar el solo en su casa para hacerle entrega
de un trozo de costilla no fresca, que reliquia era.

El alcalde asombrado
se muestra cauto
y no abre la lengua.

Melgarejo piensa
en que parte del corral se encuentran
las últimas costillas de oveja
que se comió entre borrachera y borrachera.

El Rey advierte, a su manera,
de las buenas maneras
de aquella gentes buenas
y se refresca con un aire fresco
que desde una ventana sale
en ventolera.

En el poyo de la casa
se sientan,
el Rey apoyando su real culo sobre la dura piedra
y el alcalde a su lado callando no fuera
que metiera la pata
pues esa historia le sonaba a cuento y de aquella manera.

Entra Melgarejo en la casa
y se dirige a la cuadra
donde espera encontrar alguna pequeña muestra
de hueso alguno con apariencia de costilla de santo o de lo que fuera.

 Nada de nada encuentra.
Melgarejo se desespera,
mientras el Rey disfruta de aquella su buena suerte por aquellas tierras
y el alcalde se termina de abotonar la bragueta.

Dios que está allí donde con fe se ruega
aparece en escena
y pone en la boca de un viejo perro
que del pastor era
como hermano suyo en apariencia,
un hueso de cabra vieja
que en el corral estaba junto a una gavilla de sarmientos y una pea
de yeso duro como una piedra.

Melgarejo que se da cuenta
le lanza al perro una rama de olivera seca
y el perro corre a cogerla
soltando su presa
que con grandes reflejos puestos en escena
Melgarejo coge y lía en una rodilla,
para que entiendan servilleta,
con muchas manchas de chorizo y de pringue o chorreras.

Melgarejo en la calle enseña
con claras muestras de ser esa
la reliquia que el Rey espera
el contenido de la rodilla o servilleta.

Se arrodilla el Rey
con grandes muestras
de santidad y cultura en reliquias viejas.

Queda el alcalde con cara de muchas sorpresas
mientras piensa:

"Joder con el Rey
y con el hueso ese de cabra viejas
y con la rodilla o servilleta
que parece el moquero de mi abuela"

Contento el Rey cuenta
al pueblo congregado para esa fiesta
los fines que le habían traído hasta Pinarejo en aquel día de alocadas carreras

El pueblo aplaude,
y entre trabucazos,
toques de tambor
hechos con los estómagos de gorrinos de 20 arrobas de aquellas tierras,
se despide el Rey
que en un frasco de aquellos de guardar lentejas
lleva el hueso del santo
y un escrito o providencia
para que declaren a Pinarejo como villa, del Castillo exenta.

Ya el Rey en la carroza
se le acerca
aquel alcalde con tan mala presencia
y con ese ingenio
que los de Pinarejo de derrochan cuando están de fiesta
le grita al Rey
en presencia de todo El Pinarejo, hijos e hijas, padres, madres, abuelos y abuelas:

"Cuando pase su Majestad por el Castillo
suelte con fuerza unas salvas de cañón
allí donde más les duela"

Se ríe el Rey
que entre dientes se expresa de esta manera:

"Jodido alcalde
y vaya con su ocurrencia"

Ya el Rey por el Castillo
se oye un tronar
como si el cielo amenazara tormenta
¿Será piensan en Pinarejo
los soldados del Rey pegando a los del Castillo en la testa?

Termina esta fiesta no sin antes decir
que la reliquia es una de esas
que en fotografía se acompaña a esta pequeña epopeya
de un Melgarejo que llegó a alcalde,
de un Rey que hizo a Pinarejo villa, del Castillo exenta
y de un alcalde, el de la bragueta
al que se le acabaron sus licencias
a poco que Melgarejo ocupo su cargo
y tomo de todo buena cuenta,
lo cual le ayudo en su oficio de servidor del Rey a cuenta
de una villa la de Pinarejo exenta,




Autor: Jose Vicente Navarro Rubio

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