Un grillo casi cambió ayer mi vida.
Dale que dale
el grillo sin más teorías
que su cántico repetitivo
detrás de una estantería
estuvo media noche
haciendo las delicias
de alguna enamorada suya
que desde la calle le repetía:
Te quiero, mi amor,
eres mi única dulzura,
la perla de mis alcaceres,
la reina de toda la morería.
Ten cuidado mi amor
y vigila
que detrás de cada libro
de esos de la librería
yacen amores tan grandes
como el que tu enamorada te recita.
El grillo, oye y en esa noche ciega
de amoríos y cánticos de una sola silaba
silba
y silba
en las horas muertas
en que la poetisa
le atiza
con un poema descarnado
en carne viva
de enamorada que siente que se le va detrás de su galán la vida.
El chirrido del grillo
que en mi casa cohabita es de alta poesía
y así viene a decir
si se presta atención y se le deja que se exprese a su medida:
Amada mía
me encuentro leyendo un libro
de esos que animan
a ser más humano
en esta casa donde se respiran
sueños tranquilizadores
que suenan a espiritualidad vacía
de sermones baratos en púlpitos de iglesias vacías.
Te pido que sigas
ese camino que lleva al amor pleno
y si te queda tiempo para más citas
espérame allí donde las verdes hierbas nos pueden servir de comida.
Calla el grillo
para cuando las sombras se retiran
y el sol que dormía
se alza
para entrar en nuestras vidas
entre rayos de luz
y espejuelos en cueros de camisa
que sobre una estantería se fijan
sobre un libro que se titula: OTESNITA con dedicatoria: Que fue toda la luz.
Autor: Jose Vicente Navarro Rubio
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