miércoles, 29 de julio de 2015

POESÍA: HISTORIA DE LAS DOS MULAS QUE EN EL POZO DE LA PLAZA DE PINAREJO SE FUERON A CAER


Resultado de imagen de dos mulas acarreando paja


Decían, así vine yo a escuchar,
que en el pozo de la Plaza de Pinarejo
de más capacidad
de lo que nadie pudiera pensar,
ocurrió una historia singular
de esas que para hacerlas buenas
se tienen que contar.

Sería el año de 1867
cuando lo que aquí se cuenta
vino a pasar.

Todo fue muy natural
y ocurrió durante las fiestas patronales
de nuestra localidad,
en un mes de Febrero
con la santa en en el altar,
tal y como mandado estaba
por la autoridad local.

Un almendrero él
muy cachondo
que a las fiestas de Pinarejo
acudía a pelar a los del lugar
y a vender garrapiñas
que su mujer solía endulzar
con palabras hermosas
y un tan buen saber estar
que más de un mozo del lugar
compraba garrapiñas
solo por poder tontear
con aquella mujer
a la que le daba igual
el tamaño de las garrapiñas
si llenaban bien su costal.

El almendrero que se las daba de saber más que nadie del lugar
contaba historias difíciles de imaginar
a lo que la clientela respondía con alguna que otra "animalá"

Un joven del pueblo
por aquellas fechas
soldado de paga que de Cuba acaba de regresar
licenciado y con ganas de folgar
ingenió una historia
a la que el almendrero vino a picar,
como el vino clarete si la botella se deja sin tapar.

En un día muy difícil de olvidar
Pedro, el soldado de paga
que de Cuba acababa de regresar,
se va acercar
hasta el puesto de almendras ya "pelas"
y después de guiñar el ojo a quien le acababa de mesurar
20 céntimos de garrapiñas,
se va a encarar al tal Juan,
marido de la Juana, almendrero, para más contar.

"Mire, le va a decir, el ex-militar,
en este lugar,
allí donde ve ese pozo,
dos mulas que sedientas venían de acarrear
más mies de la que cabe en el mayor de los pajares
de la "contorná"
se van a arrimar para saciar su sed
hasta el brocal.
Tan poca agua tenía el pozo
y tanta era la sed que tenían aquellas mulas
que venían de acarrear
que las dos cayeron a su fondo
y nadie dada la profundidad
que el pozo tiene las pudo nunca sacar
ni vivas ni muertas, aunque allí abajo en su fondo deben estar.
Ahora bien todas las noches allá de madrugada
se oyen relinchar
a las dos mulas con la clara intencionalidad
de que alguien las vaya a sacar"

Mira mozo, el garrapiñero,
de esta forma va a cortar
la conversación que acababa de comenzar,
yo me ofrezco, a si eso que cuentas es verdad,
sacar las  mulas,
pero por ello me debes pagar
3 monedas de plata
de aquellas que en la Habana
suelen dar a los que se licencian de los ejéercitos de su Majestad

En ello quedamos,
el mozo va a contestar,
para esta noche allá a la madrugada,
tu en el pozo, sobre el brocal,
diciendo sin parar:
Relinchar antes de que os la venga a sacar"
que yo desde la ventana de aquella casa certificaré lo que ocurra sin más

Se había ingeniado el mozo
la manera de acostase
con la mujer de Juan
para aquella noche de luna llena
en que las mulas tenían que relinchar.

Ya de madrugada
en el pueblo no había ningún alma
dispuesta a madrugar,
a no ser de aquel tal Juan
que ya sobre el brocal
va a comenzar a gritar:
"Relinchar
antes de que os venga a sacar"

Tantos fueron los relinchos
y lo poco que las mulas
se vinieron del pozo a sacar
que toda la noche la pasó Juana
con su galán
relinchando ella
y él sin rechistar
sacando y metiendo
todo lo que podía su ramal
en aquella noche de tanto traginar.

Relinchaba Juana
a cada grito que pegaba su marido
más preocupado,
el muy animal,
por lo que tenía que cobrar
que por la honra que se le iba
a cada grito que venía a dar.

Era de buena mañana
cuando al pozo
un lugareño se va acercar
para decirle al almendrero
que dejara de gritar
pues habían tenido él y su mujer
a todo el pueblo en vela
por culpa de un mal relinchar
de aquellas dos mulas
que venían de acarrear
y que en el pozo de la plaza
que en Pinarejero está
se vinieron a ahogar
por culpa de la sed que tenían
y de lo mucho
que se tuvieron que acachar
para beber las aguas frescas
de aquel profundo manantial.

Dicen que la Juana
tuvo un par de mellizos
de los más guapos de la contorna
y que su marido Juan,
saltaba de alegría sin cesar
de ver lo bien que en Pinarejo
para sus fiestas los venían a tratar
aunque perdiera aquella apuesta
por no relinchar
las mulas que en el fondo del pozo todavía están.

Autor: Jose Vicente Navarro Rubio

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