viernes, 31 de julio de 2015

RECOPILACIÓN DE CURIOSIDADES DEL CASTILLO DE GARCIMUÑOZ (CUENCA) 6

¿Cómo murió Jorge Manrique? No es rigurosa la afirmación que puede leerse en muchos libros de texto, de que el poeta murió en el asalto al castillo de Garci Muñoz. En realidad se trató de una escaramuza que tuvo lugar en las cercanías del castillo, y en ningún caso hubo siquiera intención de asalto. 

Eran los últimos estertores de una guerra civil que terminaría unas semanas después. Aquella última campaña en el marquesado de Villena está bastante documentada. Tampoco faltan las versiones sobre el combate en el que fue mortalmente herido Jorge Manrique y sobre su fallecimiento. Los cronistas contemporáneos Alonso de Palencia y Hernando del Pulgar se ocuparon del suceso. 

Por otra parte, en el memorial que Pedro de Baeza, capitán del marqués de Villena, escribió a éste en la vejez, solicitando con dignidad el pago de sus servicios, podemos leer el testimonio de puño y letra del contrincante de Jorge Manrique en aquel combate. 

También el cronista Jerónimo Zurita, cuya primera edición de los Anales ve la luz en 1562, se ocupa del asunto, rectifica en detalle las relaciones existentes y lo documenta nuevamente. 

Por último, el relato más pródigo en datos de que disponemos se encuentra en las Relaciones de los pueblos de España de Felipe II. En las contestaciones que se refieren a Castillo de Garci Muñoz y a Santa María del Campo Rus, sus vecinos hacen el relato del suceso, transmitido de padres a hijos a lo largo de cuatro generaciones, con gran número de detalles. 
Testimonio de Pedro de Baeza 

«y a la postre la noche que V.S. sabe que peleé con D. Jorge, como vuestro capitán, él salió herido de una herida de que murió, é yo saqué otras de un encuentro por la boca en que me derrocaron algunas muelas, é me pasaron la quixada, é fue tan peligrosa la herida que vuestro ciruxano aquella misma noche me dixo que me confesase y ordenase mi alma, y otro día, estando herido de esta manera salí al campo a cogerle [coger, ocupar el campo], y lo hice ansí, y sobre cogelle, torné otra vez a pelear». 

Pedro de Baeza [1853:504] 

Crónica de Hernando del Pulgar 

«Ansimesmo en el Marquesado donde estaban por capitanes contra el Marqués, D. Jorge Manrique é Pero Ruiz de Alarcón peleaban los más días con el marqués de Villena é con su gente; é había entre ellos algunos recuentros, en uno de los quales, el capitán don Jorge Manrique se metió con tanta osadía entre los enemigos, que por no ser visto de los suyos, para que fuera socorrido, le firieron de muchos golpes, é murió peleando cerca de las puertas del castillo de Garci Muñoz, donde acaeció aquella pelea, en la qual murieron algunos escuderos é peones de la una é de la otra parte». 

Hernando del Pulgar [1986:339] 

Crónica de Alonso de Palencia 

«Alonso de Palencia, que estudia más ampliamente la guerra y las negociaciones con el marqués de Villena, expone los siguientes datos significativos: El encuentro fue provocado por haber sido arrebatadas unas presas a campesinos protegidos por D. Jorge, que salió al campo para recuperarlas; el propio marqués de Villena intervino en el combate; D. Jorge venció, pero, herido, murió el mismo día». 

Antonio Serrano de Haro [1975:420], citando datos expuestos por Alonso de Palencia [1970:114] 

Crónica de Jerónimo Zurita 

«y otra vez Pedro de Baeza tornó a pelear, siendo capitán de las gentes del Marqués, con D. Jorge, y salió D. Jorge herido de una herida de que murió, y murieron algunos de ambas partes». 

Jerónimo Zurita [ 1610:303] 

Contestaciones en la Relación de los pueblos de España 

«En estos lugares [Castillo de Garci Muñoz y Santa María del Campo Rus] sí que constituyó el hecho luctuoso un acontecimiento de primera magnitud. Las contestaciones se preparan en el Castillo de Garci Muñoz a los 100 años de la muerte de D. Jorge. El escribano ante quien se pasaron los autos firma el acta de la sesión el 16 de marzo de 1579». 

Antonio Serrano de Haro [1975:413] 

De la declaración de los vecinos de Castillo de Garci Muñoz: 

«el dicho don Jorge Manrique salió a correr la tierra de esta villa de partes de tarde y llevando recogidos muchos ganados e bestiaje e presos, vino hasta esta villa cerca de ella a un tiro de arcabuz, donde agora llaman camino de la Nava, aldea de esta villa, hacia la parte del mediodía; y allí entre ciertas viñas e matas, habiéndole hecho una emboscada los de esta villa e tierra, trabaron una escaramuza que duró hasta la noche, é allí fue herido D. Jorge Manrique, el general, de una lanzada que le dieron por los riñones al tiempo que yéndose a abaxar por un ribazo abaxo se inclinó, e por la junturas que hacen las corazas entre el arzón trasero de la silla quedó descubierta aquella parte, é por allí fue mal herido, de la cual herida desde a pocos días murió en la villa de Santa María del Campo. 

»Quién lo hubiera herido no se sabe, mas de lo que unos dicen fueron de la gente del Marqués, y otros dicen que de los suyos, que como era ya de noche no se pudo entender». 

[Relación de los pueblos de la diócesis de Cuenca, págs. 299-300] 

De la declaración de los vecinos de Santa María del Campo Rus: 

«en esta villa hay una casa al presente donde es cosa cierta, pública y notoria que murió D. Jorge, capitán general de los Reyes Católicos, cuando se trataba guerra entre su Majestad y el Maestre D. Juan Pacheco, marqués que dicen de Villena». 

[Relación de los pueblos de la diócesis de Cuenca, pág. 237] 

Cabe señalar el error de considerar general o capitán general a Jorge Manrique, cuando en realidad era tan sólo capitán. Error que, en opinión de Serrano de Haro [1975:413], «nace de este mismo afán por magnificar algo que creían situaba aquel pobre rincón castellano en la primera línea de las efemérides nacionales» 

Por otra parte, «También salta a la vista la confusión entre el primer marqués de Villena, D. Juan Pacheco, y el segundo, D. Diego, que fue el que se rebeló contra los Reyes Católicos. La mayor personalidad y fama del padre, D. Juan, sorbió la de su hijo en la memoria de las gentes campesinas». [Serrano de Haro, 1975:423]. 
Reconstrucción de Antonio Serrano de Haro 

«Don Jorge, que muy gustosamente hostilizaba el Castillo de Garci Muñoz, pasa cerca de él con su caravana de presas -arrebatadas o recuperadas-, yendo ya la tarde de caída. Cuenta llegar a primeras horas de la noche al campamento. En gesto de desafío pasa cerca del Castillo exhibiendo su botín. Pedro de Baeza lanza unos hombres, que entretienen a la mesnada de D. Jorge, y se presenta luego con el grueso de su fuerza. Es ya el atardecer. Lo prudente hubiera sido retirarse porque, además, la tropa real, con su reata de prisioneros y ganado, está embarazada para la lucha. Pero D. Jorge no vacila en trabar combate. Ni puede volver la espalda al riesgo, ni menos tratándose de Pedro de Baeza, que lo ha derrotado en otras ocasiones y que no se ha intimidado por la fanfarronada del capitán de la reina. Ninguno de los dos entiende que esto no sea una lucha de sangre, sino de dialéctica. Aquel momento lo van a decidir de hombre a hombre. El combate es feroz, concentrado en torno a los dos capitanes porque las sombras impiden un amplio frente. Así fue cómo en la confusión y la noche resultaron gravemente heridos ambos. Atenderlos y ponerlos a salvo debió ir apaciguando el combate, que quedó indeciso, sin más vencedor que la muerte. Era por los últimos días de abril. En la oscuridad quedarían algún tiempo los gritos de un herido, las voces de los hombres que se llamaban para reagruparse. Sus soldados cogerían a D. Jorge y emprenderían el camino de regreso, las dos leguas que dista Santa María del Campo. (...) 

»El cortejo llegaría a Santa María del Campo en plena noche. Soldados, labriegos armados. Ruiz de Alarcón se haría cargo del herido. Seis años después, caería también él peleando contra los moros de Coín. Instalarían a Jorge Manrique en una casa principal. Vendría el cura. El pueblo estaría despierto. A otro día de mañana, según cuentan las Relaciones del Castillo de Garci Muñoz, el marqués de Villena, en su ambiguo papel de involuntario enemigo, envió un caballero de su casa a expresar su sentimiento por lo acaecido. También envió a dos cirujanos, Maese Rodrigo y Maese Lorencio, para que lo curasen. ¿Qué emplastos usarían? ¿Cómo dictaminarían el caso? Seguramente terminarían por coger sus instrumentos y mover negativamente la cabeza. Las mujeres de esquina en esquina comentarían y se compadecerían. Los niños formarían corro frente a la morada del capitán moribundo. El pueblo se hinchaba desmesurado por la exageración. Era un pueblo importante. Allí también morían los capitanes de los reyes. 

»Triste pueblo para salir a la guerra. A ras de suelo. Sin castillo. Hoy tiene a la entrada una alameda de altos árboles y una ermita. Los despojos de las rosas de azafrán pintan de azul algunos ribazos en otoño. Por allí anduvo, meditó sobre las miserias de la vida, padeció derrota y soñó con el triunfo Jorge Manrique. Ahora le tocaba morir allí, lejos de su encomienda y de Toledo, lejos de sus familiares y de los reyes. (...) 

»Pocos días, si algunos, hubieron de transcurrir entre la tremenda herida y la muerte. En aquel tiempo y por aquel motivo la guerra se recrudeció. Pedro de Baeza nos dice que volvió a pelear y las Relaciones de los Pueblos y los romances populares se ensombrecen con el recuerdo de los rehenes ahorcados por uno y otro bando (...) 

»Al cabo de unas horas o de muy breves días D. Jorge muere. Se aleja y sentirá que todo se aleja. ¿Personas o sombras? ¿Anochecer o alba? Los niños en la plaza de Santa María del Campo se han callado. Y esa ola silenciosa de la muerte se apodera de él y en él se detiene. Personalidad y destino se han fundido ya en la tierra de aquel cadáver. Era el 24 de abril de 1479». 

Antonio Serrano de Haro [1975:422-426] 

El 2 de junio de 1479, los Reyes, que se encuentran en Trujillo, nombran para suceder a Jorge Manrique como capitán de la hermandad a Diego López de Ayala, en tanto que Rodrigo de Castañeda, en nombre del marqués de Villena, realiza negociaciones de paz. 

YA MUERTO FUE JORGE MANRIQUE 

Ya muerto eres 
Jorge Manrique 
y como no 
podía ser de otra forma 
pesada carga fuiste 
para un pueblo 
que no finalizó 
con tu óbito 
y duraría siglos.
 
La venganza se oyó 
a toque de trompeta 
y anuncio 
de bando en plazas, sendas y cañadas reales, y caminos 
de una España de escapulario, 
llena de cruces, 
y reliquias de santos muertos 
defendiendo, lo que se decía, la fe en Cristo 

Culpa de ese recuerdo 
en tu persona 
la tienen unos poemas 
que durante siglos 
sirvieron para abrigar 
cual ascua encendida 
rescoldos de conjeturas 
y alabanzas al poeta querido. 

En una senda 
que lleva 
lejos 
y donde todavía algunos campesinos 
se descubren con decoro la cabeza 
en señal de respeto mutuo 
un monumento 
anuncia al mundo 
donde el poeta cayó 
por culpa de ese destino 
que le tendió una trampa, ya ese día de retiro. 

Pudiera ser que el Castillo 
guarde todavía después de tantos siglos 
no las coplas 
que hicieron famoso a Jorge Manrique 
si no más bien 
las lágrimas congeladas 
de tantas madres 
que temieron por la integridad de sus hijos. 

Más ya nada queda 
ni en aquel camino 
ni en las murallas del castillo 
que no sea, 
que cruel destino, 
mortajas negras 
que los cuervos y estorninos 
trasladan por las tardes a sus nidos 
antes de que arrecie el frío. 

Castillo de los quemados, 
de los cautivos, 
de los muchos muertos 
que en sus fosas yacen 
y allí forman parte del olvido. 

Si el poeta no hubiera muerto 
su obra hubiera crecido 
y en vez de un monumento 
en un camino 
en el Castillo de Garcimuñoz 
la vida hubiera transcurrido 
de otra forma y tino 
y en ello la suerte 
se empecinó en ser mezquina 
con un pueblo 
a mitad de camino 
entre las cortes cristianas y generalifes 
entre fuentes donde nadan aves del paraíso 

Autor de la poesía: José Vte. Navarro Rubio

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