sábado, 15 de agosto de 2015

LA SUERTE DEL TONTO EL BOTE



mónica arrizabalagaarrizabalaga11 / madrid (ABC)
Día 11/11/2014 - 09.08h 

Así se llamaba un mendigo madrileño del s.XIX cuyo encuentro con un toro quedó grabado en la memoria popular 

«El número de necios es infinito» dice la Biblia, pero entre los tontos insignes hoy convertidos en personajes proverbiales un mendigo llamado Julián que vivió en Madrid allá en los primeros años del siglo XIX ocupa un puesto destacado, aunque no haya sido su nombre el que haya pasado a la posteridad sino su mote: el «Tonto del bote». 

Su peculiar forma de pedir limosna, con un bote de suela en la mano, había hecho popular a este «desgraciado imbécil», según relata Dionisio Chaulié al describir a los pedigüeños de su época en el libro «Cosas de Madrid» (tomo I. «Memorias íntimas». Madrid, 1886). «En Madrid los había tradicionales. Entre otros, un desgraciado imbécil a quien se le conocía con el nombre de "Tonto del bote", porque recogía la limosna en un bote de suela que agitaba en la mano, sentado en una silla a la puerta de San Antonio del Prado. Aún me parece verle en sus últimos años, inmóvil, con su sombrero de alas anchas, su ropón o túnica parda, limpio, y lanzando a intervalos una especie de sonido gutural para llamar la atención de los transeúntes». 

La iglesia del convento de los capuchinos, derribada en 1890, estaba situada en la calle del Prado y hasta allí llegó un día un toro que se escapó de una corrida, el toro que convirtió al «Tonto del bote» en leyenda. Así lo cuenta Chaulié: «En cierta corrida de toros de principios de siglo saltó la barrera uno de los bravos, y encontrando abierto el arrastradero, salió de la plaza, tomando por la calle de Alcalá a volver a la Carrera de San Jerónimo por una de las vías transverales, se paró ante el pobre, que permaneció quieto, desconociendo el peligro: le olfateó despacio el animal, dio un bufido y siguió sin tocarle, huyendo por el camino de Atocha hasta la puerta de la Campanilla, que estaba a la izquierda del Monasterio (de Atocha) y salió a la querencia de la Muñoza, donde fue a parar». 

«La buena suerte del tonto se celebró en Madrid con interés y cuantos vivían entonces la conservaron en la memoria», asegura el periodista y escritor madrileño que vivió entre 1814 y 1887. 

En la revista taurina «Palmas y Pitos» del 13 de diciembre de 1914 se especifica que los hechos tuvieron lugar el 15 de junio de 1801 durante la corrida de la ganadería de Palacios Rubios que se celebró en la plaza de toros situada en la puerta de Alcalá. «Al pasar el cornúpeto, que no hizo daño a nadie, por la puerta del convento de Capuchinos, del Prado, vio junta a ella al Tonto del bote, un pordiosero paralítico que pedía limosna provisto de una especie de bote de cuero, de donde le vino el apodo. El bicho se acercó a Julián, que así se llamaba el lisiado, y , después de olfatearle, dio un bufido y salió huyendo», cuenta la publicación que toma el grabado y la anécdota de un romance de la colección de Carmena que sirvió al escritor Luis Falcato para un artículo publicado en «Sol y sombra» quince años antes. 

Desde entonces se dice de «la persona de pocas luces, a la que van a parar todas las burlas pero que, por su falta de ambición, a veces se ve recompensada por la buena suerte», recoge Guillermo Suazo Pascual, en el «Abecedario de los dichos» donde relata a grandes rasgos la anécdota. 

Lina Morgan haría famosa la versión femenina con «La tonta del bote» (1970) en la más conocida versión cinematográfica de la obra teatral de 1925 creada por Pilar Millán Astray.

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