Pedía Ezra Pound en uno de sus poemas
un estanco, casi una villanía,
con las estanterías llenas de cajetillas
de tabaco de todas las marcas y tipos de hebras de contenidos en nicotina.
El buen poeta
lo hacía
con un solo fin
así es la vida
dejar de escribir
y dedicarse a disfrutar de la vida.
El oficio de escritor
viene a ser algo parecido al de puta,
en que siempre se está a la espera
de ese algo que te puede solucionar el futuro de una forma definitiva.
Poco hay en su deseo de vuelta al estudio de la mitología
quizás en ello tuvo que ver
su fingida locura
o Dios sepa si no fue ese deseo suyo
de huir del mundo que le aturdía,
el que tanto hizo por devolver a Europa a sus épocas más oscuras.
¿Espíritu inquieto,
que vería en las teorías fascistas
para auparse al carro de anticomunismo? y fue su pesadilla
el volver a los cauces normales en ese nuevo río que fue su vida
de corriente más tranquila
en Medinaceli cerca de un arco romano que a lo seguro le recordaría
las victorias, derrotas consumidas,
de quienes fueron sus mentores en la Italia fascista. Todo una injuria,
a pesar de que en unas piedras muy escondidas se cita:
«A Ezra Pound. Aún cantan los gallos al amanecer en Medinaceli.»
Autor: Jose Vte. Navarro Rubio
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