sábado, 8 de agosto de 2015

POESÍA: LA DUNA 45 DEL DESIERTO DE NAMIBIA

Duna 45 del desierto de Namib

Ascender para tocar, ser,
entre la arena, hierro,
pueblo escasez.
La arena teñida de ese color
que es
para ella fuente de interés
En el desierto de Namib
ir para ascender
a la cima desde la que ver
el arco iris sobre la arena crecer.
Anaranjada la arena
como si fuera un florido vergel
en el Cañón de Sesriem
desde el río Orange
la arena hace millones de años se dejó caer
para que en los amaneceres se pueda ver
los destellos del sol crecer
sobre las bellas dunas que se dejan querer
por quienes hasta ellas llegan con tal de tocar el seno de esa mujer
que la duna, hermosa ella, es.

Autor de la poesía: Jose Vicente Navarro Rubio

Fuente: Elpais.com

Amanecer en la duna 45 

El asombroso cromatismo del desierto de Namibia atrae a turistas en busca de sensaciones introspectivas 

ALMUDENA ARIZA 9 MAY 2009

Namibia es un país con sólo 18 años de vida. Aunque su nombre significa "tierra de nadie" en lengua nama, lo cierto es que muchos pueblos se la han disputado: portugueses, holandeses, ingleses y alemanes. Incluso fue colonia surafricana en la época del apartheid. Un país escasamente poblado (la mitad de los habitantes de Madrid para una superficie que duplica la de toda España) porque no es fácil resistir la dureza de su clima desértico. 

El desierto del Namib ocupa toda la costa namibia, con una extensión cercana a los 80.000 kilómetros cuadrados. Sólo quien quiera vivir una experiencia dura pero deslumbradora debe aterrizar en este inhóspito rincón, que es también uno de los lugares más bellos de la tierra. Un dicho namibio recuerda que Dios creó los países con agua para que el hombre pudiera vivir en ellos, y los desiertos, para que pudiera encontrar su alma. 

01 Rumbo al Namib 

Desde Windhoek, la capital de Namibia, y a unas cinco horas en coche hacia el oeste, se llega al desierto del Namib. Durante el trayecto, el verde intenso de los alrededores de la ciudad (estamos en plena época de lluvias) se transforma en un verde dorado, el de los pequeños arbustos que salpican el camino. A unos 150 kilómetros de la capital, esos arbustos empiezan a desaparecer y, a medida que avanzas por el desierto, las dunas se van haciendo más grandes, y las hay como montañas, como dioses que te miran desde el cielo. Y uno se siente muy pequeño en ese océano de arena roja donde no hay nada alrededor. Nada. Es la primera sensación al pisar este asombroso desierto: siendo un lugar tan árido y vacío, su extraordinaria belleza, sin embargo, te deja sin aliento. 
02 Arenas de récords 

No estamos ante un desierto cualquiera. Pisamos la arena del desierto más antiguo del planeta (ya existía hace 65 millones de años, cuando se extinguieron los dinosaurios), con las dunas más altas del mundo, casi 300 metros, donde viven más de 150 especies, la mayoría, insectos. Es el único desierto que cambia de color en función de las horas y donde se alza la duna 45, cuya perfecta silueta la convierte en la preferida de los turistas, que se embelesan ante ella y la retratan sin tregua. Es, además, uno de los desiertos más secos de la Tierra: apenas un centímetro cúbico de lluvia al año. 

La arena acumulada durante cinco millones de años, arrastrada por el río Orange desde el desierto de Kalahari, ha ido formando el espectacular anillo dunar de Sossusvlei, dentro del parque nacional Namib Naukluft (que significa gran mar de arena). Dunas o elevaciones de arena donde uno puede acampar libremente o elegir alguno de los campamentos, que van desde las pequeñas tiendas hasta los lodges de lujo. El guía me levanta a las cinco de la mañana para llevarme -dice que es obligado- a ver el amanecer desde la famosa duna 45. Es una tradición. Y lo compruebo porque, cuando llego a la duna, un pequeño grupo de turistas japoneses ya espera lo mismo. Al amanecer, la arena se hace dorada, y a los pocos minutos, cuando el sol empieza a escalar en el cielo, la tierra cobra un tono cada vez más rojizo. El color rojo se debe a la presencia de óxidos de hierro que cubren los granos de arena. Si uno pasa unas cuantas horas en medio de las dunas puede observar fácilmente los cambios de color, parece como si alguien estuviera jugando con toda la paleta de colores para pintar este desierto. 
03 Un mapa de olas 

Las dunas tienen un número, como si fueran calles. La 45 es la más hermosa y perfecta. Pero cada una de ellas tiene su forma y su propia belleza. El viento las peina, se mueven como si fueran olas y se transforman suavemente, mecidas por las ligeras corrientes de aire. Subir por la cresta de las dunas es fácil y para bajar, lo más divertido es hacerlo corriendo. La velocidad aumenta el peso de nuestro cuerpo y te hundes en la arena. A veces, uno queda sepultado hasta la rodilla. La arena es fría como un cuchillo por la mañana y ardiente a mediodía. Al bajar, un buen baño de arena, tumbado hacia arriba mirando el sol, es el mejor premio... O bajar revolcándote como una croqueta... Todo vale para disfrutar. 
04 El parque nacional de Etosha 

Su nombre significa enorme lugar blanco. Es una extraordinaria reserva natural donde el avistamiento de animales está asegurado. Tiene una superficie de 20.000 kilómetros cuadrados y alberga a 114 especies de mamíferos protegidos, 340 de aves y 16 tipos de anfibios y reptiles. Es uno de los más impactantes de África y donde uno puede toparse con casi todos los mamíferos del continente. Se trata de acercarse simplemente a una charca y esperar el desfile de una manada de elefantes o ver pasar jirafas, leones o rinocerontes negros. 
05 Esqueletos en la costa 

Ya en la franja litoral del desierto del Namib, el paisaje y el clima cambian. El cielo se torna gris de repente y la niebla cruza el territorio, como consecuencia del choque entre los vientos cálidos del desierto y las gélidas aguas oceánicas. Seguimos ruta hacia el norte y llegamos a una zona donde la arena del desierto se topa con el mar (océano Atlántico sur). Surge un territorio fantasmagórico convertido en parque natural. Es un cementerio de un millar de kilómetros donde reposan cientos de esqueletos de barcos que un día naufragaron en estas violentas aguas. Con ellos conviven vértebras de ballenas o cráneos extraviados de antílopes que llegaron a la playa huyendo del desierto. 
06 El paraíso de los himba 

Once tribus tratan de convivir con una minoría blanca que posee más de la mitad de las tierras. La más popular es la de los himba. Si seguimos rumbo hacia el norte, antes de llegar a la frontera con Angola, cerca del río Kunene, encontramos las aldeas de esta tribu, que mantiene aún la mayor parte de sus tradiciones, como el sofisticado arreglo de sus mujeres (tardan más de tres horas cada día en vestirse y adornarse). Las damas son un espectáculo: se trenzan el pelo y se adornan con abalorios hechos de huesos, conchas y cueros. Lucen un tono rojizo en la piel y se dejan fotografiar divertidas. Han aprendido a convivir con la visita de algunos pocos turistas. 

Lástima que los himba no puedan seguir escondidos por mucho tiempo. Una productora de televisión está grabando un reality show que muestra la convivencia de una familia española con otra de esta tribu, que aún mantiene la tradición de dejar desnudos sus cuerpos. La telerrealidad no tiene límites y ha cruzado las fronteras de este sereno, acogedor e intenso país que es Namibia, y al que todos deberíamos escaparnos alguna vez

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