Ellos no faltan
son los recuerdos,
tanta lejanía en mis palabras
me embriagan.
Nacen como si fueran sopa de agua
los recuerdos
en mitad de una noche
tan negra y grande su panza
que en ella caben todos los miedos y todas las lagrimas
de quienes ven la primera luz de un alba
en mitad de unos sueños con la cara desencajada.
Noches tan largas
de duendes recorriendo las cámaras,
de hombres del saco llegando por los caminos hasta una plaza,
de lobos de grandes quijadas y sonrisas taimadas,
duermen todas en nuestras almas.
Dicen de la vida
que si se abusa de ella mata
y así es que la vida siempre sobre los seres humanos pasa
cual página
de un libro inacabado al que le faltan
sus mejores páginas.
Ser alma de un pueblo,
ser como el poeta receptor de balas
tan bien trazadas
que al primer impacto matan.
Ser, solo ser,
sin pedir nada,
el pobre en su cama
que a los sueños le robaba montañas
de oro y de plata
con los cuales construir una vida
que por las mañanas se le escapaba
para cuando el azadón se estrellaba contra el suelo que sin llamarle para nada
recibía en castigo una andanada de golpes y más golpes y tras ellos las pisadas
de quien removiendo el suelo a la búsqueda de ese oro y plata
solo encontraban el guijarro duro y la tierra apelmazada esperando ser desmenuzada.
Autor: José Vte. Navarro Rubio.
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