¿Y por qué muero?
¿Y de qué me lamento?
¿Y por qué de lo mió
sujeto a este hierro,
espada, coraza, guerrero?
No hay muerte sin lamento
la del hijo por el padre
la del padre en el cielo,
la de la amada perdiendo
lo que la sostiene en vida, esperando su regreso.
Y el muerto
ya su cuerpo lavado
perfumado con los besos
de las mujeres que paren, con dolores inmensos,
hijos que por aquellos tiempos
eran como el humo algo que desaparece una vez las brasas muertas, en el cielo.
Las campanas tocaron
solo saben de ello, toques de muerte
entre rezos,
cánticos de los frailes
y en ello:
en un jubón, un verso: “Oh mundo, pues que nos matas"
y un pueblo
Santa María, esperando un milagro del cielo.
Autor: Jose Vicente Navarro Rubio
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