viernes, 11 de septiembre de 2015

POESÍA: PARA CUANDO PINAREJO ESTÁ DE FIESTA Y LA NOCHE SOBRE EL PUEBLO SE LANZA

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Puede ser que haya volteo de campanas,
puede ser que toda ella la plaza
este llena de gentes de ese lugar de La Mancha,
Pinarejo al alza,
a la espera de alguna serenata.

¿Quizás la fuente de aguas
en este tiempo todavía templadas
alivie de los calores
con su agua clara?
Y así es que no renuncia nadie en esa plaza
a saciar la sed de quienes alargan la garganta
y debajo del grifo se llenan de ese sabor que si se abusa empacha.

Hoy y mañana,
ayer, para quien se asome hasta esta ventana
Pinarejo está en fiestas
y con tantas ganas
que hasta allí se llegan
desde toda España
los nacidos por aquellas tierras,
todos ellos para llevar en volandas a su santa.

Ella para quienes no la conozcan se llama Santa Agueda
y uno que es casi ateo, agnóstico y hombre de pocas palabras
la verdad es que siente por ella
lo que mamó en su casa
respeto,
todo el que haga falta,
y si no me callan
cariño y sosiego para esos días de libranzas
en que la santa sale de su casa
por la puerta grande `para recorrer en andas
esos lugares por donde nuestros antepasados pisaron guijarros y rompieron albarcas
tantas ellas y tantas lágrimas
que abre el viento sus ventanas
y se expande por la Solanilla,
por la Carrera y otra vez a la Plaza,
esa con sabores a adivinanzas,
pues en ella los hombres de muchas peonadas
adivinaban en los ojos de quienes hasta allí se acercaban para hacer sus contratas
lo que de ellos sería y quien en ellos pondría su palabra
de vente conmigo
que allí en la vaguada del cerro donde se parten los términos entre grandes carrascas
tengo un majuelo al que hay que vendimiar sin falta.

Buena esta tarde por aquí
también de fiesta celebrada
uno se entretiene rompiendo el teclado de su máquina,
añorando otros tiempos
y echando en falta
lo que todos achacamos al tiempo que pasa
tan rápido y con tantas ganas
que el sopor se adivina entre hojarascas
de pensamientos rotundos y caminatas
por sendas, calles, montes, llanos, charcos y lindes que separan
los campos como si todo fuera trabajo y lagrimas
de los hombres sobre la tierra
y de las mujeres sobre las artesas exprimiendo la tela y golpeándola con tal saña
que el blancor sale y queda la tela tan suave y de luz anegada
que los juncos se llenan de esa templanza y sabor a humanidad, en ellos tan lejana
como el ladrido del perro asomado a la puerta de una casa
para cuando la dula pasa,
para cuando el amo se marcha,
para cuando los niños regresan con las caras largas y ganas
de comer unas onzas de chocolate en aquellos panes de grandes panzas
con sabores a trigos, hogazas, que se mascaban como si fuera ese alimento, menú que mata,
los miedos y espanta el hambre que desde siempre amenazo con caras destempladas
a las clases altas, labradores, de aquella España,
comida por un imperio
con tantos soldados y armas,
con tantas tierras lejanas,
que lo nuestro era hacer grande el mundo de las otras muchas Españas,
de lenguas extrañas.....entre conquistas que saben a guerras y más guerras, muertes y páginas
de una gloria, patrañas, pasada.

Autor: Jose Vicente Navarro Rubio

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