las campanas avisan, tañido altruista,
de un evento no deportivo
festividad que en Zaragoza se conoce con el nombre de La Pilarica.
Tañe la grande,
dobla y repica la pequeñita
y vuelan asustadas
las aves que en la plaza se arremolinan
para disfrutar del día de fiesta
desde las cornisas
de las casas que entorno a la Plaza se arremolinan.
Decaen las campanas
y lo hacen sin prisas
como si la mano del viento que las lanza por encima de los tejados y miradas de las nubes nodrizas
dejaran de mecerlas
y las pusieran de vuelta en su cuna.
En L'Alcúdia
las campanas
gozan de buenas vistas
en esa torre inclinada como la de Pisa
donde ellas se sienten tan bien asistidas
que sus colores a negro de tumba
se divisan desde el Corral de Rafel,
como si fueraan torre y campanas de l'Alcúdia su mejor tarjeta de visita.
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