lunes, 12 de octubre de 2015

POESÍA: REFLEXIONES ENTORNO A MI PADRE

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Me dices que los años pueden contigo
y la verdad es que nadie contigo pudo ni puede,
ni las enfermedades,
ni la edad que en ti se convierte en primaveras crecientes
como aquellas que veías en las alamedas del pueblo que todavía nombras con voz fuerte.

Sobreviviste a una guerra
aquella en la que corrió tanta sangre
de gentes
comprometidas e inocentes
y lo hiciste a esa edad de jugar al tejo
e ir detrás de las perdices
en los agostos calientes de aquellas vidas, las vuestras, tan errantes.

Te sientes como un número
de ese calendario que en la pared pende
de un clavo, antiguo herraje,
y te vienes a los cuentos de siempre
aquellos que pasan por tu mente
mientras miras la televisión y preguntas constantemente
por qué tanta gente se agolpa sobre las fronteras que tu no conoces.

Me dices que el tabaco te mantiene
tan vivo como un pez en una pecera
siempre pendiente
de esa burbuja de oxigeno
que si algún día de la vista desaparece
supone la muerte de quien en ella vive y de ella hace su modo  de vida operandi.

Todo es culpa en parte
de lo que se persigue
en esa edad más creciente,
ya el tiempo sobre uno
como si la vida fuera solo parte de ese almanaque
que en la pared guía la vida de quien solo se siente
parte del pasado y casi trasto del presente.

No recuerdo si fue ayer
o si quizás
en otro día me avisaste
de que ya próximo a cumplir los 95 años
tu sigues adelante
como aquel día en que te marchaste al frente
para volver cargado de todas aquellas ilusiones que en ti florecieron como los rosales
en el patio de tus padres.

Te dejé ayer
mientras en el aire
tus palabras continuaban dibujándose
con lo de siempre:
Esos pobres que no viven,
las tierras que solo dan para pasar hambre,
los olivos y el aceite a tanto el kilo y tantos litros en el molino corriendo
entre canales y surcos, grifos y botellas con que almacenarse
en esa memoria que en ti es como la sepultura de bronce
de un fiel servidor a unos ideales
de trabajo unido a esa nobleza que se siente
cuando la vida se va y ves en tus hijos lo que tu queriendo ser no fuiste.

Tu pena fue el no haber podido ir a aquel colegio
para el cual
fueron al pueblo a buscarte
buenas gentes
vestidas de traje,
pues en ti veían a alguien
con el que poder zurcir remiendos en aquello de dar hijos fuertes
a una patria decadente
y lo que bien sabes
es que de aquel árbol salvaje
salieron frutos
y extensos ramajes
que llevan de campo en campo las simientes que vosotros, padre  y madre, plantasteis.

Quizás me olvido
del momento en que esto se escribe
que sirve
para cualquier otro momento distante
en que todo sea
como el sonido del trueno sobre un estanque
la última luz,
el último hospedaje
del ser que quieres sobre la tierra,
mar adentro aguas salvajes
que siempre resurgen cuando las voces se hacen dulces y cantan a la vida como si la muerte
de los seres de tierras adentro no fueran tan osadas y valientes,
tristes ellas aunque no se les cante
y siempre duras tal cual terrones de tierra en las manos de quienes sembraban por amor al arte.

Pues descansa en este 12 de octubre
que los inviernos se llevan mejor con buenas dosis de humor y temple
que aquí queda parte de aquello que intuyo que da lucidez a tu lenguaje,
ahora que sabes que la paz del mundo aunque no nace con uno
con uno muere. Y que esta por tardar, mucho, así sea, tarde.

Autor: Jose Vicente Navarro Rubio

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