La libertad de un País
que gran dicha
el caballo, corcel, trotando
en esas aguas intempestivas
donde los hombres construyen extrañas teorías
como si las cadenas fueran para toda la vida
y quienes quieren de una Patria suya
tuvieran que demostrar sus sentimientos a quienes solo gustan
de apretar los grilletes para que todo siga en su rutina.
Las palomas avistan
algún trozo de península
hacia la cual el corcel
marcha
llevando como guía
la paz que se respira
cuando lo que se busca
solo es lo tuyo, aquello que perdura,
la lengua madre,
la cultura casi a trozos convertida
en banderas al viento
en guía
que siempre lleva
a quienes de ella usan
a esos lugares que si se cuidan sirven para poner fondo de música a las patrias perdidas.
Ella,
él,
quizás medusa que irrita,
Priamo, rey, con miles de hijos pegados a otras grupas
ellos sigan
en esa callada lucha
en que unas patrias olvidadas, en el fango dormidas, asimismo se reivindican
ante las miradas estúpidas
de quienes desde lejos interiorizan versos muertos que en estos momentos con nada riman.
La espuma que brota y salpica
es la vida
de todo aquello
que si se remueve
rebrota cual cenizas reconvertidas en troncos de hoguera
donde se calientan las ideas que a los nacionalistas les sirven siempre de punto de partida.
No para el corcel
no le hacen falta ni espuelas
ni bridas
para que su transito por las playas que van desde los Pirineos a otras tierras queridas
sean su único deseo en estos días
en que todos se sienten atraídos por las grandes dudas
¿Ser o no ser País,
cuando desde fuera te pisan?
Autor: Jose Vicente Navarro Rubio
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