viernes, 29 de enero de 2016

¡QUÉ DOLOR!

Yo crecí en una casa
abierta a la luna, abierta al sol
que entraba por la gatera
que se acomodaba en un rincón.

En la casa florecían
sonrisas y alegrías, penas y dolor,
inquietudes de unos padres
y quizás desesperación.

En esa casa aprendí
lo que cuesta ser del montón,
en esa casa crecía la ilusión
con solo mirar por la ventana y ver en el cielo el resplandor
de las estrellas jugando con la lana de un colchón

Allí en Pinarejo,
en una calle,
en un callejón,
ladraba un perro, al son,
de una vieja acordeón
de sonidos zumbones
como la voz
de un arriero cargado de razón.

Autor: José Vte. Navarro Rubio

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