Sobre la vieja mesita un libro de poesías
arrancadas a la vida,
un pijama tejido con todo aquello que crece en las tierras donde el esparto habita,
unas gafas que cuando se quitan apagan la vista,
caramelos de menta, relicarios, para los días
de lluvias recias
y tormentas nacidas en los Polos fríos de una tierra asqueada de los seres que sobre ella habitan.
Vieja lampara que no da más luz que la penumbra,
sillas,
armario de tres hojas sin cerradura,
comodín con olores a membrillos, franela, pañuelos, calcetines y una caja, de madera curtida
llena de fotografías.
Pared pintada,
techo con manchas de humedades en ella dormidas,
suelo de ladrillo con extrañas figuras que cada cual interpreta sin necesidad de ninguna guía,
Unas zapatillas
bajo la cama tienen su cuartel de noche y de día,
allí hacen su guardía
mientras esperan sus días de patrullas
de un lado hacia otro de esa casa con dos galerías,
una por la que entran de vez en cuando olores a carne, pescado y sardinas fritas
y la otra por la que se oye un motor que ayuda
a una caja grande de metal revestida
que sube y baja, con carente melodía,
sin hacer cuenta de horas ni mediar preguntas.
Llegó la primavera
en una vela escondida
y lo hizo sin más ascos ni sonrisas
que las que demuestra ese perro que junto a mí en el suelo dormita.
Anoche dormía
mientras las estrellas hacían guardia en sus garitas,
al tiempo, dicha, que la luna enamoraba a un poeta que la miraba mientras perfilaba una poesía.
Es la hora de comer,
la tuya y la mía,
cada uno en una mesa revestida,
cada una
de forma parecida,
con sus platos y cucharas,
con sus tenedores, platos, agua, servilletas, comida.
Es la hora de la partida
hacia un mar de sentimientos,
hacia una playa de arena bien provista,
es la hora,
quizás hayan más horas en nuestras vidas,
pero esta,
a la que uno, ahora, invita,
es la primera y por ello la más querida.
Autor: Jose Vte. Navarro Rubio
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