Bravos soldados,
una estirpe,
monjes que adoran a su Dios,
Dios
que no existe,
cae la tarde
y arden las ciudades,
ellas comidas,
mientras en el frente
de los terrenos donde las ametralladoras lanzan injurias
la muerte es
tal y como alguien la predijo un día.
Negros nubarrones,
y tal vez
agrias sonrisas
en quienes de la vida saben
todo aquello que se predijo un día.
La ballena alegre
y entorno a ella falangistas
que entonando cánticos de guerra
avisan
de que las libertades a los que otros aspiran
en ellos son cadenas
que nada tiene que ver con su cultura.
Queda la noche en silencio
mientras las balas silban
y en GUernica
un árbol muere
comido su tronco por la metralla asesina.
Autor: Jose Vte. Navarro Rubio
No hay comentarios :
Publicar un comentario