viernes, 15 de abril de 2016

FERNANDO PUIG Y KIROVABAD




Salió
cual silencio
que ruge
infierno
el lamento
de la madre que ve al hijo lejos,
del padre fuerte
sobre la piel paja de centeno.

Marcha entre silencios,
alondras a lo lejos,
camino de ese destino que envuelve los mejores sentimientos.

Fernando se marcha
lleva sobre su cuerpo,
jersey de lana,
cazadora de cuero,
botas con hebillas y en sus adentros
suspiros que se convierten en fuertes encogimientos
de ese su corazón de acero.

Volar,
por el vuelo,
se llega
hasta allí donde las nubes
destilan agua y cieno
para cuando,
quizás temiendo,
volver a la tierra para convertirse de nuevo
en un número perdido sobre el estéril campo plagado de nieve y cruces clavadas en el suelo.

Lejos,
se oye
la voz de la madre,
lejos resuena
el pitido del tranvía de los deseos
trayendo noticias frescas, cual hielo,
de una España que agoniza
de tantos y tantos recuerdos
que el papel s convierte en un trozo de llanto sobre el suelo.

Madrid perdida
mi madre y el deseo,
la esperanza que no se marcha,
nadie quiere oir de aquello,
que solo sirve para vestir el momento
de sufrimiento y más sufrimiento.

Cae la noche,
con su cántico guerrero,
rapsodia que cantaba un ciego
que asi se lamentaba
por sus muertos
como si fuera un poeta, quizás Homero.

En una embajada
que sirve de asidero
se llenan sus habitaciones
de refugiados que huyen de quienes les tienen ya por muertos
a poco que sople el aire
y el gatillo de las armas de fuego
apunte al corazón directo.

Se va la hermana, se van ellos,
Arturo y ella
los dos llenos
de ese cariño hacia lo hecho
que en Chile será
más o menos
vuelta a lo mismo,
vuelta a servir igual empeño

Fernando lucha
sabe en ello
que si resiste será libre en su momento.

Se llena del estudio,
en ese su exilió, destierro,
con la mente puesta
en el regreso,
solo en eso, en salir de allí donde el destino lo sujetaba por fuera y por dentro.

Y llega el momento,
ese instante,
ese comienzo
de una nueva vida
aun sintiendo
cariño por todo aquello
que durante tanto tiempo
fue parte de sus adentro.

Se queda el pueblo
en su pensamiento
ya la maroma subiendo
por el casco de hierro de acero
de un carguero
que le lleva de regreso
a ese día en que sintió ser el guardián de los deseos de quienes apostaron por ellos.

Sobre las olas
aguas, luces, destellos,
sabe él y quienes  van a su encuentro
que la libertad aun estando lejos
es tan dulce que sabe a caramelo,
de menta chocolate, vainilla, los labios secos,
y los ojos pendientes de aquellos
que le miran a sabiendas que el hermano llega entero.

Chile
mi recuerdo,
para aquella patria
de tantos y tantos hombres y mujeres buenos
que dieron
su vida por ellos

Autor: Jose Vte. Navarro Rubio




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