en el recinto donde viven los inocentes
purgando sus culpas
pendientes de un hilo de seda pura
apretando cual botón de una vieja y estrecha camisa.
La voz se oye, es un cántico en la lejanía,
inconfundible la chispa, suena la tonadilla
a lo mismo, nostalgias y melancolías,
se digan en el idioma en que se digan.
Al otro lado murmulla
el eco del tiempo trayendo poesías
de las altas sierras, de la patria perdida,
alondras de hierro fundidas
son ahora las cerraduras de las cárceles duras
en aquellos países donde las libertades se limitan
a dar pan, trabajo y justicia.
Un océano transitado por gaviotas se arremolina
en la calma tensa
del barco que naufraga cerca de una isla
en la que habitan fuera de todas dudas
el hambre de libertad y la espera en que nunca más se diga
que la justicia es el aroma de los pinos en las primaveras tardías.
Una fuerza, la de la vida,
llega ella sola sin mantones ni mantillas
con las primeras horas del día
hasta las estancias altas y las mazmorras oscuras
donde habitan aquellos que sobre las paredes escriben cosas tan sencillas
como que el cielo se viste de agua que acaricia las rejas de la celda en la cual dormitan.
Autor: Jose Vicente Navarro Rubio
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