domingo, 29 de mayo de 2016

POESÍA: POR EL PATRAIX DE OTROS DÍAS


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Que esperas de ese día, momento,
transmisor de ideas en el banquete de las estériles preguntas,
en que los manjares, viandas, bebidas, se apiñan,
como el viento caliente en las laderas de las montañas, 
buscando las cimas doradas con alpinistas.

Cae la veraz idea, cae la tarde, que se ve tras unas cortinas
que dan, todo en la vida da a un parque en el que se arremolinan
los elementos primarios, casi a gatas se consigue lo que uno busca.

La vida
que se eleva,
la vida que se trasmite a través del verbo, a través de las páginas en las que cohabitan frases
y más frases
que a poco que se analizan
nos llevan en estas horas ya de siesta en algunas latitudes conocidas
como a Cervantes su Quijote le llevó a través de sus aventuras,
de puerto en puerto, 
de pizarra en pizarra, 
de cátedra en cátedra, 
de gusto a las buenas comidas,
de una mesa servida
con las ganas y empeño que ponen en ello los buenos artistas.

Por aquí hubo una acequia, se aparta la silla
y corre el agua ligera de equipaje y a sus lados germinan
los granos que traen sabores con que condimentar la comida.

Y alargas la mano y te vas a una niñez pintada con purpurina
en los lagrimales de los ojos
corriente viva
de unas lágrimas que nos llevan, a mi me sobran mares y playas de piedras desnudas
en los que navegar, en naves casi ocultas
a los cuatro vientos
norte y sur, este y oeste, entre ponientes y mareas, entre silencios y dudas
que ahora se abren en simas profundas,
abismales destinos a los que iremos a poco que nos apartemos de la mundanal rutina.

Hubo por aquellos prados cubiertas de hierba en el que vivían las musas,
el hombre del saco, Caperucita, Purgarcito
y un sinfín de amigos y amigas, sacados de las cuevas oscuras,
de los campos donde maduran las frutas del deseo ese que resucita
a poco que uno se sienta atraído por la chispa de la vida.

Tiempo corto y más la despedida
cada uno a lo suyo,
a ello se marchan las ideas sin dejar la más mínima astilla, ni llama, ni brasa, ni cenizas,
para cuando la tarde cae
y ese parque, campo de flores en otros días
se llena de gritos y de carreras, tras cada cada cual a lo suyo resucita
esa alma perdida
que en la senda que llena de años la vida de las criaturas
vuelve a los principios, aquellos de otros días
en que por las acequias corría ese agua tranquila que venía a ser como la excelente comida
el único regalo con que jugar a ser el joven que a todo le anteponía
sus correspondientes dudas.

Autor: José Vicente Navarro Rubio

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