miércoles, 15 de junio de 2016

DE LO QUE SE DICE DE PINAREJO

E
n estos lugares de la Tierra de Alarcón, casi todos han sido repoblados en tiempos de re-
conquista, sobre todo como aldeas. Pinarejo no sería la excepción pues desde sus orígenes
figurará como aldea del Castillo de Garcimuñoz, principal población de esta comarca

El nombre o topónimo bien aduce a su creación y, seguramente, sea La Nava que es su
anejo el primer lugar poblado pues allí se levanta una iglesia o ermita titulada San Andrés de la
Nava, aglutinando un número de agricultores dedicados al cultivo del cereal. A unos
kilómetros, el caserío de La Moraleja conforma un término que tendrá jurisdicción propia
en el siglo XVI

Su primera aparición como El Pinarejo se configura cuando don Juan Manuel, señor de estas
tierras lo cita entre sus posesiones, incluso a finales de ese siglo XVI -concretamente en 1587-
donde seguirá apareciendo como anejo al Castillo y por eso ni si- quiera tiene parroquial, salvo
que en esa citación hubiese sido omitido por error. Felipe II le da el título de villa exenta y
como tal comienza a tener jurisdicción propia.

Cierto es que entre sus poseedores latifundistas, será el marqués de Melgarejo el mayor
accionista, según lo refleja el catastro de Ensenada, haciendo pensar que sin ser lugar
de señorío, sí tuviera cierta dependencia en posesiones agrícolas.

Uno que es de letras, gusta siempre decir de los muchos y buenos poetas que dio esta tierra,
incluso que vinieron a ella para hacer gesta. Así, el caso de nuestro añorado Jorge Manrique,
el cual cayera desgraciadamente herido de muerte en la conquista del Castillo a raíz de
esas turbulencias entre Isabel la Católica y el marqués de Villena, pues aquí en La Nava, tuvo
que quedar herido, aldea de Pinarejo por entonces, al igual que La Moraleja.

Pero en Pinarejo, igual que sucede en tantos y tantos lugares de la comarca, hay buena iglesia,
aunque tardía. No surge en la repoblación, ni siquiera en esas primeras del XVI, pero sí en el
XVII siendo un templo de corte renacentista dedicado a Santa Águeda, elegante y con torre
de dos cuerpos, esbelta con huecos para campanas. Aunque de mampostería, la piedra
utilizada tiene la marca del cantero Lorenzo Díaz, cubriéndola una bóveda de medio cañón de
lunetos en esa única nave que posee.

En su interior, un retablo mayor de Lara, una buena cajonería y los lienzos, sobre todo el de la
Virgen de la Paloma y la Apoteosis de Santo Tomás. Una pila bautismal, de plinto
piramidal y gallones en su decoración.

Este lugar de pino pequeño en su ubicación y de buenos pozos para abastecimiento,
determinan su escudo o blasonaje, ahora establecido, dando la personalidad de su pasado histórico.

Pero son sus tradiciones las que marcan el carácter de sus gentes. Destaca su patrona, Santa
Águeda porque mantiene viva la tradición. Hay dos momentos al año con la misma
patrona, en febrero y luego en septiembre. La primera que es la fecha de su patronazgo,
desde la víspera, las hogueras han dado el aviso y el rezo de la Salve su oración de comienzo

La zurra y el vino, junto al humo purificador dieron la salida de unas fiestas solemnes. En la
puerta parroquial se entregaban aquellos rollos anisados como caridad, se hacía la misa
mayor y luego, el canto común de: 

“Viva Santa Agueda nuestra patrona, que en Pinarejo tiene su altar y reina siempre
triunfante en Cristo, en nuestro pueblo noble y leal”

Después la procesión haciendo altos en las puertas de las casas y en las cruces de las calles
para recibir el donativo de los vecinos, luego con todo, en la puerta de la iglesia, la
Almoneda, subastando las andas para otro año. Las nueve novenas en septiembre y el
triduo en febrero, saliendo al día siguiente la Santa Aguedilla, ya que hay dos imágenes de la
Santa y juntas, piden por todos en esa procesión que luego danza en verbenas y buen jolgorio

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