lunes, 6 de junio de 2016

POESÍA: VALOR DE LEY

                                                                                      Huye el impío sin que nadie le persiga

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Vuela el tren que por la vía pasó,
cerca de una ciudad americana
coyotes en el desierto entonan una canción
mientras la horca se alza
para dar castigo a quien la justicia castiga por los crímenes que cometió.

Caen sobre el vacío
algo se rompió
crujen los cuellos
la fiesta terminó

En la ciudad conquistada por el sudor
se alza el almacén de un enterrador
de madera las tapas
yacen en su interior
tipos de diferentes edades
a quienes alguien, no se sabe el por qué, asesinó.

Vela una niña el cadáver de su padre
para eso hasta la ciudad llegó.
Busca venganza
no perdón
pues conoce de forma sobrada al asesino que lo mató.

Negocia una niña
lo que su padre vendió y compró,
agallas tiene
es por ello que se queda en la ciudad por donde el tren ya pasó
para dar justicia y comprar el servicio de un vengador
que acabe con la vida del matón.

Un alguacil,
se sienta ante un jurado, no pide perdón,
por lo mucho que a lo largo de su vida mató.
Con o sin razón,
se le reclama
por su poca compasión.
23 son
los caídos
que pasaron a un mundo mejor
por el solo hecho
de caer en manos de un alguacil peleón.

Una madre abatida por el dolor
y el coraje de una hija
ablandan el corazón
de quien se siente el más rápido y mejor
por haber llenado su vida tiro a tiro, de dolor y más dolor.

Trota Negrito
a  su grupa parecen uno en vez de dos
ya ajustado el precio quedan en salir hacia territorio de una nueva Nación,
india esta,
por donde el fugitivo marchó.

Cruza el río la niña
no le falta razón
para irse en compañía
del matón
solo quiere venganza y apretar el gatillo del revolver que a su padre perteneció.

La hoguera en la noche,
la luz y el calor,
la pipa encendida da color
a una conversación que gira entorno a quien es el mejor.

Se dice del alguacil que cabalgó
bajo la luz de la luna
en la guerra de Secesión,
quedan a solas los dos
mientras por la pradera el polvo señala el camino por el que el Ranger de Texas marchó.

En la Rana Verde el alguacil
vendía de todo
y a solas, por ser carne de cañón 
un día el alguacil quedó,
esto lo recuerda el buen hombre con nostalgia y dolor.

Un cuervo come
los ojos de quien cuelga sobre un árbol por lo mucho que asesino,
el cuervo vuela sin tón ni són.
Cuerpo sin vida
fruto que no melocotón
 sobre la rama se balancea 
hasta que cortada la soga sobre el suelo cayó.

Nieva,
copos son,
algodón del Missisipi
hebra, cordón
que un viejo doctor arrastra por la Nación
de los indios, desposeídos de lo que su Dios les dio.

En mitad de la sierra
la nieve es del color
de la muerte, así pasó,
en una cabaña pedida en el corazón
de unas tierras donde la ley la marca el vencedor.

Un matón al otro asesinó
en la cabaña de madera el forajido murió
no sin antes pedir perdón
y por favor
que su cuerpo fuera enterrado bajo la tierra que un día aró.

Cuenta el sheriff sus aventuras
y lo hace con pasión
ante el sombro de la niña
que le pregunta por todo aquello que le pasó
en sus años de justiciero, casi matón. 

Llega un grupo de forajidos
vienen atraídos por el color
que el oro deja en la saca, así ocurrió.

Arrastran al Ranger
ya todo pasó
tres muertos son
los que en esa noche la parca se llevó
mientras uno a caballo del lugar huyó
para dar cuenta de lo que en la cabaña pasó.

A la cabaña llega el calor
de las brasas ardiendo
así la noche aligero
el frío que inundaba los cuerpo de quienes sobre la pared de la casa rendían cuentas a Dios.

Uno detrás de otro,
tres son
los que cabalgan juntos
la historia por comenzar no comenzó,
borracho el alguacil dispara al blanco y no le dio.

Llegan a una mina
nadie en ella en esa noche quedó
marcharon todos
quien sabe cuando esto pasó
con el poco o mucho oro que la veta en su día ofreció.

Se Marcha el Range
y en el río
la niña encontró
a quien mató a su padre
cambia la historia, ahora viene lo mejor.

Buena historia,
cuenta la niña todo lo que le pasó
se queda con el asesino
se miran los dos
la navaja en la garganta se siente el dolor.

Duelo en el llano
cuatro son
los que caen sobre el suelo
así pasó
que una víbora siembra el terror
de la niña herida
a la que el alguacil salvó
extrayendo el veneno que sobre la mano el reptil le inyectó.

Corren, veloces,
el caballo con ellos dos marchó
hasta que exhausto, 
el animal reventó.
Resopla el caballo
la bala la cabeza le atravesó
mientras se alejan los dos
camino van de la salvación
para cuando llegan a un viejo caserón
donde les dan cobijo y ella se salvó.

Veinte y cinco años
han pasado
y la niña que el brazo perdió
va a la búsqueda del hombre que la salvó.
Muerto el sheriff
ahora yace en un rincón
cerca de donde la niña, ya mayor, lo enterró.

Suena una canción,
y se aleja la silueta
de la niña que persiguió y mató
al asesino de su padre. Así pasó

Autor: Jose Vicente Navarro Rubio


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