viernes, 5 de agosto de 2016

POESÍA; POR LA MANCHUELA ENTRE RECUERDOS QUE NO CESAN

Resultado de imagen de manchuela de cuenca

Castillos, castillejos, torreones, caserones y cubos,
y más piedras
todas ellas viejas,
así son estas tierras
de buenas fabricas,
sillares sus iglesias,
ermitas para santos
celosas ellas
también las santas son veneradas
como madres que por sus hijos velan.

Grandes conquistas
los hombres entre ellos
defienden sus ideas,
rezaban ellas,
lloraban las madres,
de luto hasta las cejas
pasaban su vida entera,
esperando la llegada
se veía polvo más allá de las eras,
regresaban ¿cuantos eran?
los que lejos de casa yacían,
ya las sombras eternas
dando descanso a los cuerpos,
caídos en celadas, tristeza.

Caños de agua,
fuentes enteras
vierten cual vino de buena cosecha
su frescor en las gargantas
para cuando la siega
era en los veranos una tarea
de hombres y mujeres, mulos y galeras
trajinando la mies,
llevando el grano a los pósitos
en señal de buenas cosechas.

Puentes y caminos reales, la mesta
con sus ganados lanares, toros y otras bestias
vara en mano alguien señala
que por esos lugares, veredas,
manda el ganado
y pierde la apuesta
quien se enfrenta
al buen gobierno de la mesta.

Con sus paños y telas
se cubren los cuerpos
en los monasterios a Dios se reza,
cruzan grajos por el cielo
negro el cielo, vuelan
y en las higueras
ya las brevas
sin madurar se comen
son para ellas
ya los Mayos y las guitarras en la carrera
y en las ventanas y puertas
de las casas se oyen coplas que suenan
a palabras amorosas
en boca de quienes se sienten ruiseñores
en las noches de luna llena.

Puentes sobre los ríos
hasta aquí llegan
las corrientes de agua
que al pasar refrescan hasta las ideas
y en los montes chaparros, carrascas, pinos y matas negras,
y en ellas en sus motillas y cuevas
surgen entre sorpresas
señales de otras culturas
con sus ajuares de cerámica tosca,
que eran
de aquellos nuestros antepasados,
de ellos queda
ese porte señorial,
los pastores heredan
el buen decir de los hombres de estas tierras.

Me llega el silbido del viento
silba este, pulula,  alardea,
cuando acierta
a cruzar entre los montes camino de las Encomiendas,
de los prados verdes,
de las buenas huertas
entre campos de cereales, de azafrán, de girasoles, almendros
y olivares, ya llegan
hasta los pueblos los almendreros y las orquestas
tan pobres de instrumentos
que las acordeones eran en estas tierras
lo que los violines
en las operas en la ciudad de Viena.

Aun recuerdo cuentos y leyendas
hombres con sacos,
saca-muelas, afiladores
y pastores durmiendo en las cuadras de las posadas junto a las bestias,
que bien suena
la voz del arriero,
que bien se escucha decir en las iglesias
aquello de que solo los pobres entrarán en el reino que Dios gobierna.

Así llega el momento de hablar de los poetas
como la de aquel ilustre capitán
muerto a las puertas
del Castillo de Garci-muñoz
o la del otro escritor e infante
que hizo de estas tierras
algo más que una Manchuela,
por si acaso.

Ya la noche entrando en mis venas,
me voy
como la luz
al encuentro de la luna, lunera,
al borde del camino, junto a una vereda,
sintiendo el rumor de los vientos,
entrar por  mis venas
y el frío de la noche durmiendo en mis ideas.

Autor: Jose Vicente Navarro Rubio

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