La huida hacia adelante era el síntoma de que algo no funcionaba. El progreso estaba allí donde otros se habían ido para no regresar. Quien más sabía de ello era "el correo" encargado de repartir las cazas y de llevar en sobres, blancos por fuera, con sellos del Caudillo o de algún santo incorrupto, penas o alegrías. Las cartas se abrían con el filo de un cuchillo y se llevaban, muchas veces. al maestro del pueblo para que este las leyera. Así el maestro obviando algunas partes del escrito del remitente o de forma textual se expresaba de la siguiente forma:
La chica dice que está bien y que vendrá para enero. Casi siempre las cartas comenzaban de la siguiente manera:
"Queridos padres, espero que al recibo de esta os encontréis bien, yo por la presente estoy bien, gracias a Dios". Luego venía lo de siempre: " como está mi hermano o hermana", "que tal la abuela o el abuelo" " Y los trigos" o aquello de: "me podéis enviar un avío con el taxista"
Y al final se terminaba diciendo: "Se despide vuestro hijo/hija, que mucho os quiere. A veces se incorporaba lo que venía a denominarse una "postdata" o "PD": Dile a la abuela que para cuando vaya me tenga preparado un buen cocido, de esos que ella hac tan biene a la lumbre, con chorizos, morcillas, gallina y hueso de jamón"
El sello de la carta se pegaba después de pasarlo por la lengua e impregnarlo de saliva, siempre en el margen derecho del sobre y boca-arriba; y el sobre se cerraba deslizando la lengua por la parte del sobre en forma de triángulo que hacia de cierre.
De esta forma sobre este tema podemos decir:
El Puerto de Contreras,
con sus curvas
y carril de poca anchura,
con su abismal altura,
repechos y caídas,
sin su angosto
todavía túnel
de cuello de gallina,
era el límite entre territorios,
entre culturas,
meseteña y de llanura,
aunque luego después se comprobara,
albricias y partos en las camas duras,
que las tierras secas, moribundas,
y los hombres curtidos
por la dureza de la vida
continuaban siendo los mismos.
El más allá siempre existe,
algo hay sin duda,
las lenguas extranjeras,
la mar, la sequedad de las tierras alimentada por aguas nacidas en otras cunas,
todo lo que quieres
se encuentra si lo buscas
por lugares parecidos en los que Moisés buscó la Tierra Prometida.
Era un descubrimiento,
casi como el de la escritura,
algo en lo que comienzas a creer
y al final compruebas que es cierto
cuando realizas los primeros trazos,
cuando te deslizas camino del otro lado, al más allá
y compruebas que la pobreza está mal repartida
Autor: Jose Vte. Navarro Rubio
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