el caballo corriendo
y el polvo emergiendo
en la ciudad llena
de jóvenes vagando
como si fueran estelas
de una estrella loca,
de un cometa caído en la tierra.
La noche lleva de portal
en portal,
de fiesta en fiesta
se llenan los salones de jóvenes sedientos
en crearse su leyenda
tras las guitarras,
en mitad de una ceguera,
la cucharilla caliente,
la vena bien prieta
al instante que corre,
que en el interior el cuerpo se llena
de un ángel celeste,
de una caterva casi monserga,
de arlequines
con sus largas melenas,
pantalones apretados,
chaquetas de cuero con olores a bebidas que desinfectan.
En esa tormenta
la noche arde
y Madrid se llena
de ese sabor a muerte
que el viento despliega
de portal en portal,
de taberna en taberna,
de sala de fiesta en hospital de urgencias.
Es un ángel
que sueña
con un mundo el suyo aquel que tanto le llena
desde que entró en la trastienda
de una tienda llena de todo aquello que su cuerpo necesitaba para la gran fiesta.
La vida
y en ella una tormenta
que se avecina,
que se toca
y para cuando la mañana llega se aleja
para volver
con más fuerza
todos los días
ella inunda los cuerpos sedientos de polvo y así nunca se aleja.
La ciudad que ves,
aquella
con edificios altos
y parques
en ella se juega
a hacer de la muerte
algo más que un poema.
No existe diseño más abstracto
ni teoría más ligera
que la que impone el ritual,
limón, jeringuilla, goma bien prieta,
dientes afilados y espera
a que llegue a lomos del blanco corcel que todos esperan
ese extraño demonio de mil cabezas
que suma tantas muertes como la peor de las guerras.
Despierta Madrid.
En ella
se duerme
y en ella
la ciudad que fue tomada
por quienes en ella
se llenan el cuerpo de una podrida mierda
se respira ese sabor dulce que deja
la raya que va de una punta a otra punta
de una jodida papeleta
Autor: Jose Vte. Navarro Rubio
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