lunes, 12 de diciembre de 2016

EN LA BODA DE RUBÉN Y LYDIA


               I
Las palmeras
de fuego apagadas un día,
Santa María,
jardines colgantes, melodías, risas,
al lado del mar, cercanía,
de una, la mía, una parte de mi familia.

En una mañana abierta
que dicha,
el vino espumoso,
la  cerveza fría,
agua de Benassal al primer golpe de vista.

La sala llena
y en ella se respira
como aleteo de palomas,
casi divinas,
suena en la sala repleta un Ave María
y por ella ausente,
mares por medio cautivan,
trilla la voz de un cantante
sujeto a una estrella
en la lejanía,
Noelia, que llega,
así es la melodía.

       II
La comida,
es como el manjar que anima,
la excusa,
para continuar la charla,
animada
sin disputas,
y así se avecina
el quitarle, sin prisas,
a la tarde que luce
en los tejados y cornisas,
su velo y camisa,
tras la cual
la noche se abre paso
por los callejones, sin salida,
que dan a casas cautivas
donde todavía habitan
las soledades de nuestras vidas.

            III
Canciones rocieras
se abren paso, sin prisas,
como si fueran barro, piedra y arcilla,
mientras palpitan
los corazones de quienes son rey y reina en ese su mejor día.

Por el y ella, Rubén y Lydia,
canta la noche su melodía,
dulce ronroneo de aves marinas
en una barraca, estima,
de la hurta valenciana
que alguna vez sirvió para dar cobijo a una familia.

Ya la luna planea
se divisa,
sobre un mar apagado
de costas tranquilas
y caminos de blancas espumas,
la vuelta a la rutina
que nos lleva de retorno
a nuestras cotidianas vidas


Autor: Jose Vte. Navarro Rubio

FRANCISCO CHOFRE ESCRITOR DE CULLERA: ALBAES VALENCIANES, LA ODILEA Y EL EVANGELIO SEGÚN SAN PACO























BIOGRAFIA:
Francisco Chofre Castillo (Cullera, Valencia, 4 de noviembre de 1924) es un escritor y periodista español, emigrado a Cuba en 1949, donde desarrolla su carrera. Trabajó en labores agrícolas en una finca situada por la carretera de Nuevitas, Camagüey, entre 1949 y 1955. En este último año se traslada a La Habana, en donde, junto con Ramón Azarloza y José Jorge Gómez, publica la revista Presencia. Ha colaborado en La Calle, Prensa Libre, Qué, Lunes de Revolución, Islas, Palante, El Sable y Unión. Después del triunfo de la Revolución trabajó como auxiliar de oficina en el INRA. Un cuento suyo fue premiado en el concurso «Federico de Ibarzábal» (1956), de la Federación Provincial de Escritores de La Habana, e incluido en 6 poesías y 5 cuentos premiados (La Habana, Sociedad Colombista Panamericana. Depto. de Imprenta, 1956), al año siguiente volvió a ganar el mismo premio. En 1966 obtuvo mención de novela en el Concurso Casa de las Américas por La Odilea, parodia de la Odisea de Homero. Tiene publicado, en colaboración con Ramón Azarloza, el libro Unos cuentos. Desde 1965 escribe libretos para radio y televisión en el Instituto Cubano de Radiodifusión. Ha utilizado el seudónimo Choico
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López Morales, E. «Esta novela es un batazo», en Casa de las Américas. La Habana, 9 (54): 177-181, may.-jun., 1969.

Sáez, Luis M. «Cinco preguntas a cinco menciones. Francisco Chofre», en Bohemia. La Habana, 58 (1): 22-23, mar. 18, 1966.

-La Odilea. La Habana, UNEAC, 1968:

La Odilea, parodia del poema épico La Odisea, de Homero. Esa obra, escrita por Francisco Chofre, nacido en España y radicado en Cuba desde 1949, fue calificada por Mario Benedetti como "la apoteosis de la mejor gracia dialectal cubana".

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Sobre el libro: 260pp. Colección Esta América, dirigida por Mario Benedetti. No se da con frecuencia, en términos literarios, una aventura artística semejante a esta Odilea de Francisco Chofré, en la que un viejo mito, cargado de prestigio y a la vez de la consiguiente retórica acumulada por los siglos, se revitaliza al pasar por el humor y el lenguaje populares. Uno de los escasos modelos latinoamericanos es el Fausto criollo de Estanislao del Campo, pero aun allí el acceso al mito se realiza por vía indirecta, y sobre todo extraliteraria, ya que lo que parodia el argentino no es el mito de pureza, ni una u otra de sus clásicas trasposiciones literarias, sino lisa y llanamente la ópera de Gounod. Después de todo, el riesgo que corre el parodista de lo clásico es inmenso, ya que constantemente se ve obligado a transitar por la indecisa frontera que separa la gracia de la blasfemia: la devoción, del irrespeto. Hay que poseer un sentido y un estilo de humor decididamente agudos y bien asentados para que la aventura se convierta en ventura. Este puede ser el caso de Chofré, cuya imaginación de raíz legítimamente popular, así como su osadía verbal, su concisión epigramática, rescatan incansablemente el tema de las limitaciones de la mera parodia, para convertirla en una desopilante apoteosis de la mejor gracia dialectal cubana. Este Hornero pasado por Chofre, resultará para el lector una saludable ráfaga de aire fresco.

LA ODILEA: UNA FIESTA DEL SER CUBANO

Chofre asume la reproducción de la historia homérica vertiéndola en arquetipos de cubanidad. Así Odiseo, noble guerrero atesorador de honra y riquezas, se replica en Odileo, dueño de una extensa finca, compartiendo ambos el apego a la tierra y la astucia sin límites.

Manuel Carrero| La Habana

Hace apenas una semana un amigo puso en mis manos La Odilea, una parodia de La Odisea que en el año 1966 mereciera ser mención en el concurso Casa de las Américas y que fuera escrito por el valenciano Francisco Chofre. Confieso que en varias ocasiones pude haberlo leído, pero siempre hallé un pretexto para no hacerlo, sabedor de esto mi amigo me lo recomendó con fervor previniéndome que era un libro imprescindible. Tenía razón.

Y no solo por su humor exquisito, sino porque además en él está captado, como en pocas obras, la idiosincrasia del pueblo cubano.

Chofre asume la reproducción de la historia homérica vertiéndola en arquetipos de cubanidad. Así Odiseo, noble guerrero atesorador de honra y riquezas, se replica en Odileo, dueño de una extensa finca, compartiendo ambos el apego a la tierra y la astucia sin límites. Odileo se revela como un guajiro “avisado” que me recuerda los de mi pueblo natal, un pueblo que nació y creció a horcajadas de los cañaverales.

La miríada de las islas griegas en las que el héroe desarrolla sus aventuras son trasfundidas a la tupida cayería de nuestro archipiélago, la que suministra la materia prima para un universo palpitante donde la risa estalla incontenible en la frase inesperada que a veces raya en franca burla y siempre en puro desenfado. Bajar a tierra un paradigma, sin vulgarizarlo, es tarea difícil, y en esta obra Chofre lo consigue totalmente.

Cada situación, cada nota trágica del original griego es pulsada por el autor hasta revelar su veta cómica, y lo hace empleando un lenguaje de lujo, y esto resulta evidente para el lector desde que se enfrenta a la versión terrena del Olimpo, que resulta ser una finca enorme que linda con la de Odileo, y que es gobernada por un viejo inválido (que manda a los demás a hacer las cosas) y malgenioso llamado Zeulorio, padre de una muchacha marimacho ella, Atenata, a la que le encanta meterse en los problemas de los vecinos.

Penélope la fiel y sufrida esposa, Chofre nos la muestra como La Pena, que es lo menos que puede ser una mujer luego de 20 años de soledad. Mientras que Telémaco, indeciso e inexperto joven privado de la guía paternal se nos regresa de la leyenda como Telésforo un muchacho demasiado apegado a las faldas de la madre.

Tan impresionante resulta esta refundición que otro amigo, confesado fanático del libro, llegó a decirme que es una excelente introducción a La Odisea, y aunque discrepo sí creo que puede resistir airosamente la comparación, pues contiene nuestra isleña capacidad de succión de lo foráneo, de lo que en el mundo es. Resulta, entonces, una advertencia clara: aquí todo se aplatana. TODO.

De ahí que mientras leemos La Odilea disfrutamos de unos héroes que liberados del mito clásico deambulan con pie firme en el cotidiano cubano; en el que, por ejemplo es lícito decir que a Menelao, perdón, quise decir Menelón, unos tipos le robaron la mujer, y para recuperarla tuvo que recurrir a varios amigos de francachela. 

Ese cotidiano queda represado en Odileo, que resulta ese cubano sedimentado en el diario hablar del pueblo por calles y portales. Chofre nos lo revela como alguien capaz de salir airoso de cualquier situación, y además reírse para ir relajando por si acaso al terminar la aventura no hay nada que mueva a risa. “Me conocen por un cabrón de la vida, pero lo que soy es un desgraciao”- afirma este personaje que irreverente y choteador guarda un nombre secreto para quien se proponga dañarlo.

Odileo es un héroe que habita un mundo que cree en espíritus, y donde no falta quien asegura haberlos visto, pero en el que pese a todo son los hombres y mujeres los que llevan la voz cantante. Un mundo descrito de manera tan vivida que da la sensación de que las frases, por cierta sorpresiva autoconciencia, escogieron sus lugares en el texto. 

Eso sí, la epopeya que Chofre nos legó hay que asimilarla con desenfado y no esperar en ningún momento la grandilocuencia del original griego, porque a modo de sorpresa final el mismísimo Homero, vaya usted a saber cómo, se aparece por el libro y disfruta la hospitalidad de una pareja de ancianos que en su juventud conocieron a Odileo. Y como en las conversaciones una cosa trae la otra, el anciano le pregunta si conoce la historia del susodicho y Homero asiente, algo que achaco a que su interlocutor debía tener cierto defecto de pronunciación que le hacía pronunciar la l como s, sin embargo, nunca lo sabremos con certeza, pero lo que nos consta es que cuando el vate entonó el consabido canto: Háblame, Musa, de aquel varón de multiforme ingenio que, después de destruir la sacra ciudad de Troya, anduvo peregrinando larguísimo tiempo, vio las poblaciones y conoció las costumbres de muchos hombres…, el anciano, ni corto ni perezoso se viró para la anciana y le dijo: “el pobre viejo está medio quemao”. Conclusión justísima porque solo a un loco podía ocurrírsele confundir al mítico Odiseo con nuestro vecino Odileo.

EL EVANGELIO SEGUN SAN PACO FRANCISCO CHOFRE Editorial: Union de Escritores y Artistas de Cuba (1990)

Bibliografía:

1. Chofre, Francisco: La Odilea. Editorial Letras Cubanas. 1986.
2. García Borés-Espí, Joseph: “Captar lo que se vive; dos ejemplos del acercamiento. Técnicas de Historia de vida y refrendación de textos”. En: Sociedad Valenciana de Psicología. Vol. 5, # ½. 1995.
Unos cuentos (prólogo de Salvador Bueno). La Habana, Talleres Tipográficos de Modas Magazine, 1958.

Quedan todavía algunas dudas acerca de si el escritor Francisco Chofré Castillo, nacido en Cullera en 1924 y que se instala en La Habana en 1949, puede considerarse un exiliado de la República, un exiliado del franquismo o un emigrante de la posguerra; autor de La Odilea (1968), una parodia de la Odisea homérica que fue finalista del premio Casa de las Américas.

El antirrefugiado de Cullera, Carles Recio:

Cullera se ha convertido en la meca de los refugiados cubanos. El centro de refugiados convierte la ciudad en polo de atracción para estos disidentes. Este centro debía haberse instalado en Torrevieja, que era el punto principal de enlace entre Cuba y Europa, origen de las famosas habaneras. Los cubanos están encantados con Cullera. José Luis García Paneque declaró haber venido «Del infierno a la libertad». Pero cada uno cuenta la feria según le va en ella. Pocos habitantes de Cullera saben del escritor Francisco Chofre, figura cubana de las letras que se estudia en todos los colegios. Especialmente su «Odilea» o el «Evangelio según San Paco», libros que encontré casualmente en una librería cubana y donde constaba que Chofre había nacido en Valencia en el año 1924.

A mi regreso a la Habana investigué la vida de este señor en la Asociación Cubana de Escritores, resultando estar vivito y coleando. Además residía en lugar muy céntrico del Vedado, un apartamento partido en una casa señorial de Avenida de los Presidentes. Le visité sin previo aviso y me abrió la puerta una mulata exuberante. Chofre me aclaró haber nacido concretamente en Cullera, pueblo desconocido en Cuba, y por ello ponía Valencia como nota de referencia. Este personaje era completo contrapunto a los que ahora están llegando a nuestras latitudes.

Chofre era feliz en la Cuba castrista: «Todos los países son dictaduras donde mandan unos cuantos huevones y los otros obedecen. Lo pueden disfrazar como quieras, pero la auténtica democracia no existe». Defendía así el régimen: «El gran acierto de Castro es haber instaurado una «follocracia», y permitir que aquí mande la jodienda. No hay otro país en el mundo como este. Si la población chinga, no hay ningún problema, aunque pase hambre». 

«Desde que llegué, huyendo de la guerra civil, — o quizá del cerrazón de prostíbulos en Cullera que explicaba Levante-EMV en 1936— he tenido una amante detrás de otra. Cuando quería me casaba y me divorciaba, y siempre tenía a una linda muchachita esperándome en la cama. ¿A mi que más me da quien está dirigiendo la orquesta? Por aquellas calendas era presidente de la Diputación el Sr. Tarancón, gran bibliófilo, y me ofrecí como mediador para organizar su regreso a la patria. Le hubieran organizado gran recepción y seguramente editado por primera vez sus obras en Europa. 

Pero Chofre se negó tajante: «¡Que collons tinc que tornar ara a Cullera? ¿Qué se m´ha perdut per allí?» El escritor pensaba que de todo ese tipo de homenajes a ancianos ilustres el verdadero beneficiado era el político que lo subvencionaba, con el dinero del pueblo. «Eso son autohomenajes de los políticos. Yo no pienso ser cómplice de eso».

Regresé en varias ocasiones a visitar a aquel viejecito valenciano que apuraba los últimos años de su vida entre ninfas mulatas y exuberantes, hasta que murió y su memoria se esfumó como un huracán caribeño agotado.

                 PIE

Ancas de rana en son de batahola
van del sijú (3) al pulso en la torcaza.
Cuatro hijos en cruz de calabaza
perfilando la güira cimarrona.

El caimito morado, si la loma
empercude de cundiamor su falda.
La rabiche midiéndose en el gualda
del conuco sembrado fuera de hora.

Allá lejos la alzada de un bohío;
aquí cerca la sombra de un guajiro
en la rama que esconde el boniato.

Y un cebú que padrea a cada rato.
La gallina pujando su postura.
Una mata con rayo, que perdura.

Francisco Chofre


Recopilación realizada por Jose Vte. Navarro Rubio
     


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