Volvió el frío,
tan sujeto a uno,
el frío desde siempre anida allí,
cerca de donde dicen que el alma vive
y así andando entre caminos
que siempre llevan de una parte a otra
uno aprende a soportar todo aquello
que el frío va dejando en el cuerpo de las personas por el poseídas.
El frío tiene un nombre absurdo, frigidus,
y así con el convivimos,
apareciendo en todas estaciones,
casi siempre inoportuno,
incansable,
se le reconoce a poco que se acostumbra uno
a sus caricias,
tan envolventes como los besos que da el humo.
De las escarchas frío,
de las nieves frío,
de la lluvia frío,
de los inviernos fríos,
de las sensaciones térmicas frío,
de la muerte, de la pobreza, de la enfermedad, del miedo,
también frío.
Tan acostumbrados estamos al frío
que cuando falta como si fuera un absurdo
se le reclama
con esa benevolencia propia
de quienes tienen en él a un amigo.
Autor: Jose Vicente Navarro Rubio
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