Suponga que la Semana Santa
la vive como un ateo,
en lo suyo investido del olor a otro credo,
que paga bula
y que come carne de ternero
en eso días de ayunos y de pocos refrigerios.
Asía vivía aquel señor
que se llamaba Tadeo
en un quinto piso con exteriores a un patio viejo
con tenderetes del que colgaba ropa de todos los precios,
que iban desde lo barato a lo excéntrico.
Suponga que pasa el tiempo
y llega el verano,
el otoño y el invierno
y ya para la primavera
como si fuera un crece-pelo
otra vez la Semana Santa toca con sus dedos
la puerta de su casa para reclamar que se vista de Nazareno
y suponiendo que las cosas cambian
y en ello su mundo interior,
yo le ruego,
que sea sincero
y si le gusta aquello para lo cual un día se puso terco
dese una vuelta, apriete los dientes y diga yo el primero,
para la fiesta
y para aquello de adornar la vida con colores
que no estén hechos con veneno.
Suponga que los años pasan
y en la casa en la cual vivió sus últimos momentos
alguien descubre una fotografía
en que se le ve vestido de Nazareno
y se hace preguntas
y descubre para mayor conocimiento
que a quien allí vivía le importaba todo aquello
tan poco que no dejó más recuerdos
que una túnica gastada, unas zapatillas de tela color cemento
y unas ganas tremendas de tomar a todos el pelo.
Así era Timoteo vendedor de todo
y comprador de sonrisas al viento,
tan lleno de vida
y tan buen sujeto
que se le quería por lo que era
y no por otro tipo de sentimientos
que no fueran aquellos que brotaban de su alma
para esos momentos
en que se le pedía algo y el lo reafirmaba con su fácil credo
de hacer la vida saludable a quienes se acercaban a su puerta con un claro deseo.
Suponga que todo esto
forma parte de la nada
y que quien escribe
lo hace
como Timoteo
llevado de ese sentido crítico
que como si fuera un crece-pelo
adorna las páginas de algunos versos.
Suponga,
suponiendo
en todo ello
no le quite valor a lo que está leyendo
y tire del tenderete
y póngase en esto
las zapatillas color cemento
pues en la calle le espera
una luz
casi lucero
que anima a decir que las Pascuas son un regalo del tiempo
Autor: Jose Vte. Navarro Rubio
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