Tengan por cierto que fue de piedra
el duro lamento,
la queja,
el ruido seco,
la roca sujeta al armazón ,
casi acero,
cabeza de Nano,
y cuerpo de atlante,
abierto,
al misterio
de una calle,
casi sendero,
en una ciudad que vivía al borde de un mar incierto.
Así Valencia dormía junto a su Nano
con alma de relojero,
entrañas de animal fiero
y sentimientos
de doncel cincelado
para escarmiento
de quienes se creían los dueños
de una calle en la que vivía
quien entre recelos
se erigió en señor de sus actos,
dueño,
con tanto temple
que para siempre quedó aquello
de un Nano en la calle "En LLop",
dando a la nobleza su trasero.
Autor: Jose Vicente Navarro Rubio
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