jueves, 29 de junio de 2017

POESÍA: ARDE LA CALDERONA

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Pensaba en La Calderona,
no con mucho conocimiento de causa,
en como era
antes de ese pavoroso incendio,
lengua de fuego ascendente
en la cálida tarde de un jueves del mes de junio,
con aires a romances muertos, que la matan.

Cuando escribía pensaba en esa naturaleza viva
ahora ya mucha de ella quebrantada
y en esa fauna que en la verbena de una fiesta macabra
se ve sometida al imperio de una ley
que en nada manda
y solo obedece a ese sentido de la realidad que ordena la marcha,
del lugar y a las bravas.

No hay presente
allí donde el futuro existe,
no hay vida y si todo se acaba
el caos pasa a ser quien domine la jugada
y así la vida se convierte en la compañera de la nada.

Así es como uno entiende
esto que tiene que ver con una tragedia
desconocida
que en el interior de una comarca valenciana
se convierte en noticia, figura destacada,
con traje estrellado y melena a los aires lanzada.

Y de los coches que llegan,
y de los camiones que arrastran en su panza agua
y de los helicópteros que por los cielos lanzan cascadas
de agua
al corazón de las llamas,
y de todo esto una respuesta clara:
Luchan y se hacen enemigos
y de ver esa llamarada tan feroz y con tan mala cara
que pena entra,
si con ella te encuentras y en ella depositas tus esperanzas.

Te coteja un bandido que del lugar escapa,
dios radiante,
enfermo que así se alaba
el rayo que cae
y en mitad de la maraña todo lo convierte en tierra quemada 

Solo son retazos,
escasas palabras,
las que se lanzan
como dardos envenenados
en una mañana
que se avecina como taimada.

¡Solo quiero a ella.
solo a ella la montaña!
Esa
que como si fuera la voz de una bruja
lanza:
Me besas y en ello te marchas

Futuro leve
¿qué pasa?
Se oye mucho y nada
y en todo ello,
escuela al fuego no le falta,
se transforma
y da un giro
a esta historia plagada
del buen hacer de los hombres
y de la mala pata
de ese fuego que si te llama te convierte en negra ascua.

Fue un susto fuerte,
casi una fuerte meada,
un intranquilo sollozo,
un despertar lamiendo el clamor de las chispas desgarrando las miradas
de las aves clandestinas
que en el espesor del monte viven amando los días en que no pasa nada.

Y el tiempo pasa
y de tanta agua el cielo se desgarra
y para cuando todo termine quedará solo calma
y terror en la mirada
del pequeño jabato cuando se vuelve hacia atrás y observa a su manada
convertida en esterilizada llama.


Autor: Jose Vte Navarro Rubio

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