Es por ello
que en la primeras horas
todavía de negro el cielo
nos encanta el mar
con sus cuentos,
tal prosista de fácil verbo
con sus damas y duendes yaciendo
allí donde un rumor atrayente se eleva directo
sobre las páginas no escritas
de un pueblo que se siente marinero.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
No hay comentarios :
Publicar un comentario