Dicen que el Nano
no fue
fruto de la casualidad
sino de la
venganza
que un
conde fiero
vino a
tramar
por
aquello de que a un amigo,
por entonces caballero
Carlos IV lo va a nombrar
Marqués
sin tener
él de ello
ni el más
mínimo conocimiento.
Y así,
sin más,
el Conde
de Rotova,
se llamaba
este buen sujeto,
se las
vino a jurar
y así
con maña,
paciencia,
celo
y delicadeza
digna de
alabar
al Marqués
le va a colocar
de cara a
su palacio
bien
visible en el callejero,
en memoria
a sus méritos,
el culo de
un Nano
o lo que
es igual
por culo
le vino a dar
para
general conocimiento del pueblo.
Desaparecidos
los edificios,
Y el
palacio ya en el suelo,
el Nano se
va instalar
en un
hostal
que era
propiedad
de un
conocido editor de revistas de ensueño,
entre ellas La Traca,
que con el
tiempo
lo va a
desmontar por completo
para
instalar
in situ
en un
lugar de la Cañada
donde
residía tan prestigioso sujeto.
Bien por
el Nano
y por la
mucha fortuna que va a proporcionar
a quienes
tocaban su robusto cuerpo
en una
ciudad de Valencia,
casi
Medieval,
todavía
por aquellos tiempos
en que era
así como
la Torre de Babel
del
Antiguo Testamento.
¡Qué grato
recuerdo
La de
aquella Valencia,
ciudad
cosmopolita
de la cual
nos queda
más de un
portal entero
con tanta
o más fama,
así de
grato es el recuerdo,
que la de
aquel Nano
tan
singular y bien puesto
que tanto
va a dar que hablar,
tengamos
esto por cierto!
Autor:
Jose Vicente Navarro Rubio
DE AQUELLA
VALENCIA
I
Dicen del
Coqui
que era un
pintor
que por
"La Bajada de San Francisco"
camino de
un cuartel
siempre
andaba
pobre de
él
con una
mano en la paleta
y la otra
en el pincel
tan metido
en su papel
de ser un
Miguel Ángel
en
Valencia
la ciudad
que le vio nacer
en ya
lejanos tiempos
de un siglo
difícil de entender
si no se
cree en ello.
Diestro
era El Coqui,
gracia
tenía
y talento
en adornar
los
dormitorios
con ramos
de flores
que se
podían oler
a cientos
de metros,
y diestro
era
en hacer
de los
toros
que nacían
de su pincel
extrañas
criaturas
de
llamativos cuerpos,
tal moscas
pegadas en un pastel
agitando
las alas
en señal
de querer
morir en
su empeño
de colocar
sus patas sobre tan sabroso alimento.
Pintaba El
Coqui
Santas
Cenas y festejos
con 13
apóstoles,
a la vez,
y ante la
rareza
de tan
singular mesa
y bien
servido mantel
El Coqui
decía
para
general conocimiento
que no
sobraba nadie
en el
lienzo
y que todo
era cuestión de entender
que uno de
ellos
no cenaría
por
aquello
de ser
fiel
a la
tradición, dogma y fe
que se
debe a los Santos Sacramentos
y a quien
en ellos
cree
sin hacer
preguntas por aquello
de ser
cristiano por encima de otros cuentos
II
Tenía
Valencia alcalde,
era un
Marqués,
llamado de
Sotelo,
que quería
así lo
vino a hacer
convertir
su ciudad
en un
florido vergel
de grandes
avenidas
y
edificios esplendidos.
En la
calle d'En LLop
nada
quiere saber
de ese
empeño
del
Marqués de Sotelo
en abrir
calles
y por ello
tuvo que ser
que un
relojero
de nombre
Carbonell
se
empeñara en defender
con total
acierto
la casa en
la que vino a nacer
ahora
señalada como derribo cierto.
Autor Jose
Vicente Navarro Rubio