Camino de Santiago el cielo se ablandaba
cuando la luna venía de camino
y la noche entraba con sus silencios
en el interior de las capas de los peregrinos
Y en aquel orden imperfecto lloraban los abetos
al ver pasar a a quienes iban a visitar la ciudad
convertida en mausoleo.
Eran lágrimas de alegría
de quienes cerca de su destino veían su proeza
y se daban por bien queridos
en esas tierras
por las que pasaban tantos peregrinos
y tan bien todos
eran acogidos
A los ciclistas
que venían cargados de alforjas
en sus dinámicos borricos
no les gustaban
ni las tormentas ni los rayos ni nada parecido.
Todos los días en la ciudad de Santiago
se respiraban aires festivos,
la lluvia traía golondrinas
en sus gotas de agua
era algo así como si el cielo se hubiera teñido
con el color de los sombreros
de los peregrinos
que acudían a ver los restos del apóstol Santiago
y se encontraban con una ciudad que los recibía
como si fueran soldados invictos.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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