Vienen a echar cuentas
y no hay nadie,
ni en las cuerdas de tender
están las camisas
en sus perchas puestas
a la venta de los aires
y de las lluvias y de los soles
que son los mejores clientes
de estos mercadillos.
Las cuentas están claras
ya todo fue vendido
hasta el cloruro de sodio,
solo queda la llave en la cerradura
y una mueca de dolor en el paño
cada vez que le damos vueltas
y se abre la puerta
y nadie sale a acompañar la hoja
con sus manos.
Y así nos despedimos
mirando las ventanas cerradas,
el alma de la casa todavía viva de sentimientos,
pero por fuera ya nada,
se fueron las golondrinas
y volvieron los milanos,
tan negros todos y tan benditas algunas.
y no hay nadie,
ni en las cuerdas de tender
están las camisas
en sus perchas puestas
a la venta de los aires
y de las lluvias y de los soles
que son los mejores clientes
de estos mercadillos.
Las cuentas están claras
ya todo fue vendido
hasta el cloruro de sodio,
solo queda la llave en la cerradura
y una mueca de dolor en el paño
cada vez que le damos vueltas
y se abre la puerta
y nadie sale a acompañar la hoja
con sus manos.
Y así nos despedimos
mirando las ventanas cerradas,
el alma de la casa todavía viva de sentimientos,
pero por fuera ya nada,
se fueron las golondrinas
y volvieron los milanos,
tan negros todos y tan benditas algunas.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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