Venta del Moro arde
y la pregunta es la misma,
y la respuesta parecida,
los montes y bosques se cuidan
en el invierno y otoño
siempre antes de que los calores
pongan en tela de juicio
las políticas de prevención
que siempre son algo así parecido
a rezar un Ave María,
para curar una enfermedad
cuando el paciente se encuentra
en las últimas.
Las Hoces del Cabriel
se encuentran
a poca distancia
de donde las llamas
con sus grandes lenguas
chupan
de la tierra todo aquello
que tanto para la humanidad significa.
Siempre la culpa es de un rayo
que cae
y en las oscuridades
de la tierra profunda
gestan eso que se llama
terroríficas aventuras,
encaminadas a convertir
todo en tierra quemada y cenizas.
Que fácil es
echar a la naturaleza la culpa
de nuestra desidia.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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