Me atengo
a lo que veo,
la luz cada vez más posesiva,
la lluvia tenue,
el reloj caminando
hacia las diez de la mañana
golpe a golpe,
la mañana encina
y uno que la quiere
jugando a saber qué hacer
solo por el hecho
de sentirse poseído
del don de la tranquilidad
ese que tanto se busca.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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