Ojala ¡nunca!
nunca el mal,
ni el silencio
ni la soledad
ni los vaivenes de la vida
ni nada que nos venga a dictar
otras cosas que no sean
la quietud de las horas
que hay que abonar
con la paciencia propia
de un caimán
que agazapado espera
que pase cerca su menú matinal.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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