viernes, 19 de mayo de 2023

POESIA: ANDABA EL BOSCO PERDIDO

 Andaba El Bosco perdido,
Cicerón ya era polvo de estrellas,
brillaban en los ojos de los faunos
objetos de deseo,
las ninfas de los estanques
de los reyes Sol en el París convertido en capital de un reino.

Jugaba el Cardenal Cisneros
a marcar territorios e imponer su criterio,
Fray Luis de León se sentía siervo
de un Dios temido por aquello de ser fiero
y salían los milanos desde los altos aposentos
del Marqués de Villena llamando a duelo.

Las cabras y ovejas del castillo de Garcimuñoz
iban por los vallejos 
comiendo hierba y bebiendo agua
sin prevenir el riesgo
de engordar más de lo debido
y convertirse por ello
en asado a la parilla en cualquier momento.

Leonardo da Vinci invocaba a extraños sortilegios
para alcanzar la gracia divina
solo propia  de brujos y de encantamientos,

y en la Roma Imperial un Papa Calixto III
miraba por los ventanales de su aposento
mientras hacia un guiño a una sombra de un espejo,

en apariencia este poema debería acabar en este instante,
aunque es cierto
que en los devenires de la historia fueron,
Lope de Vega y Quevedo
los que más rizaron sus escritos
y los que más presumieron de ser lo que eran,
solo bufones casi cencerros
en las cortes imperiales de unos reyes lelos,
que usaban de sus estrategias para consolidarse
como reyes divinos no electos,

suposiciones y lamentos
en las épocas de guerras, epidemias y hambrunas
en que muere el pueblo
mientras salen a la calle los cura y frailes de los conventos
alzando a Dios en lo alto de un palo seco,

vamos ya por una travesía con sus casilicios y en ellos
imágenes divinas que nos van ascendiendo
al instante en que Santa Teresa de Jesús
se ve poseída por dentro,
que lastima en todo esto
pues de haber nacido en otro momento
hubiera pasado por esposa de Dios
y madre por supuesto
de quien murió en la Cruz, incesto.

Autor: José Vicente Navarro Rubio


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